Capítulo 4: Metida de pata.

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Tienes la mirada posada sobre un par de tabletas, a la vez que te masajeas las sienes. La sequedad que tienes en la boca te incita a intentar humedecerla, pero estas escaso de saliva. Tomás aquellas píldoras y sujetas un vaso de agua mineral, en la que varias burbujas suben desde el fondo del vaso, y agregas aquellas dos tabletas y el sonido burbujeante, de estas disolviéndose en el agua mineral te hace sentir un leve alivio previo. Te tomas aquella mezcla y sientes aquel leve picor que causan las burbujas al recorrer tu boca y garganta, mientras cierras los ojos y echas la cabeza hacía atrás.

Una palmada en el hombro te hace salir de aquel ritual, abres los ojos y te encuentras con la figura robusta de Roberto; quién lleva dos vasos de plástico con una tapa del mismo material y al ver que tienes tu atención centrada en él, te ofrece uno.

—¿Qué tal la resaca?

—Fatal —respondes haciendo una mueca de molestia entrecerrando un ojo. Los sonidos parecen entrar en tu cabeza y perforar tu cráneo—. ¿Es café?

—Afirmativo.

Le das un buen sorbo al vaso y haces una leve expresión de satisfacción.

El repiqueteo de la madera de la puerta hace que ambos giren su vista. Visualizan a la secretaría del comandante, quien lleva una cara de pocos amigos y los aprecia con amargura.

—El comandante desea verlos a ambos.

—¿Ahora que hicimos? —pregunta Roberto con picardía.

—No lo sé, pero está furioso.

—Gracias, Beatriz, vamos en seguida —añade nuevamente Roberto.

Al momento en que Beatriz se marcha, Roberto gira a mirarte con angustia mientras tú sigues con aquella mueca de molestia.

—Deberías de terminarte ese café y esperar que se te baje la migraña, que parece esto va a ponerse agresivo.

Haciendo caso omiso a lo sugerido por Roberto, te levantas y te cubres brevemente los ojos con ambas manos, y posteriormente las arrastras hacía tu boca. Con una seña moviendo la cabeza en dirección a la puerta, Roberto y tu emprenden marcha hacía la oficina de su comandante.

No sabes aún el motivo por el que los ha llamado, pero ya imaginas que puede ser por su visita con el procurador. No quieres ni pensar en el dolor de cabeza que te causaran aquellos gritos, pero tu mente quiere prepararte para lo que se aproxima.

Como siempre que van a aquella oficina, Roberto toca la puerta, que esta vez estaba entreabierta, y sin apartar la mirada de su escritorio, les dirige la palabra.

—¿Me pueden decir que mierda traen en el cerebro?

—No comprendo a que se refiere señor.

—Dejen de aparentar retraso mental. —Azota sobre su escritorio un periódico doblado por la mitad y posa la mirada sobre ambos—. ¿Qué mierda dijeron?

Roberto toma el periódico y al desdoblarlo, en primera plana se aprecia una de las fotos de la escena donde Jorge se suicidó y en letras bastantes grandes y de color rojo se puede leer.

NO FUE SUICIDIO

El suicidio ocurrido hace dos días en el Zócalo podría tratarse de una serie de homicidios vinculados, según fuentes cercanas al caso. Pag. 3

Al leer aquella página, sientes bastante confusión y pones una mirada de verdadera sorpresa que podrías jurar que incluso la resaca se evaporó por un breve instante. Como si hubieras visto algo imposible, pones cara de incredulidad para posterior girar a ver al comandante, quien arroja fuego con su mirada.

El rostro de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora