Capitulo 4: Leche y galletas.

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Sentía el sol caliente sobre mi rostro.

Hice una mueca, no quería abrir los ojos todavía.

Tenía un fuerte dolor de cabeza y creo que tengo una contractura en mi espalda ¿En qué posición dormí anoche? Sentía todo mi cuerpo agotado, como si en vez de haber dormido toda la noche solo hubiese dormidos unos minutos.

Seguramente estuve soñando toda la noche y por eso no pude dormir bien, merezco dormir unas horas más.

Me voltee para acomodarme pero al hacer eso mi rostro quedo estampado en el suelo, golpeándome la cabeza de paso.

Abrí mis ojos al instante.

Esta no es mi habitación, es la sala de estar. ¿Por qué dormí en la sala de estar? ¿Y pegado a la puerta principal?

El teléfono comenzó a sonar.

Solté un gruñido. No quería oír a nadie, ni siquiera quería levantarme del suelo helado en el que me hallaba, solo quería volver a mi cama y dormir unas horas más.

Me di la vuelta e intente seguir durmiendo, pero el incesante pitido del teléfono no me dejaba volver a dormir.

De mala gana, me levante lentamente y fui refunfuñando a atender el maldito teléfono para poder volver a dormir de una buena vez por todas.

― ¿Bueno?

Buenos días.―habla una mujer de voz gruesa por el audífono.― ¿Hablo con el joven Christopher Williams?

Tallo mis ojos lentamente.

―Si, él habla.―aparto un momento el teléfono para poder bostezar, luego lo vuelvo a pegar a mi oreja.― ¿Qué necesita?

Involuntariamente bajo la mirada hacia mi camisa y, cuando veo mejor, me altero un poco.

¿Por qué hay pequeñas gotas de sangre en mi camisa?

Joven Williams, mi nombre es Haydee Steel y soy la secretaria del señor Jacob Britt, el dueño de la editorial Eternal Library.―Apenas escucho el nombre de la editorial suelto coloco mi espalda erguida y espanto todo el sueño de mi cuerpo.―Le llamaba para recordarle de su cita a las dos de esta tarde.

¡Demonios! ¿Era hoy? Lo había olvidado por completo.

― ¿A las dos de esta tarde?

Enserio, necesito saber porque mi camisa tiene gotas de sangre.

¿Tiene algún inconveniente?

Aunque sé que no puede verme, comienzo a negar rápidamente con la cabeza, provocando un aumento en mi dolor de cabeza.

―No señorita, no hay ningún...―coloco mi vista sobre la ventana de mi apartamento y me topo con algo que no esperaba ver; la niña está sentada en el marco de la ventana.―problema.

¿Esa niña...? ¿Acaso es real? Creí que era un sueño...

Magnifico, entonces esperamos verle en las horas de la tarde, llegue puntual, el señor odia la impuntualidad.―me advierte.

Entonces, si la niña no es un sueño, lo de Hilary...

Automáticamente bajan todas las pocas energías que tenía mi cuerpo y mis ojos se cristalizan levemente.

―Si.―intento que mi voz no suene apagada.―Ahí estaré.

Cuelgo el teléfono.

Me dejo caer en el sofá con la cabeza baja y paso una mano por mi cuello.

Solo por ambas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora