El beso de la diosa

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Me paseé frente a ellos una o dos veces. Quería encontrar las palabras exactas, saborear ese instante. Siempre había sido fuerte, por su causa era quien era. Los recuerdos cosquilleaban cada una de las cicatrices que decoraban mi espalda. Los maldije en silencio antes de comenzar.

- Había una vez una niña. Tenía unos... 13 o 14 años. - dije, con la voz dura. Cuando los miré de reojo se los veía algo confusos y perdidos. Se miraban entre ellos intentando encontrar la historia que les narraba. - Esa niña, una noche, esperando su castigo diario, se sorprendió al ver a 5 soldados griegos... supe que la follaron una y otra, y otra vez.. - relaté con tono dulce, como si cantara una nana a un niño pequeño.

- La puta del mar Egeo... - terminé. Mis soldados alzaron la vista apenas, sorprendidos de mi lenguaje. Solía ser correcta y educada siempre, pero sabía que esas palabras despertarían la memoria de los esclavos griegos. Dicho esto, paseé mi mirada sobre cada uno de ellos. Me miraban presos de un pánico indescriptible.

He asesinado a muchos hombres sin piedad o consideración alguna, y siempre sentí el gozo de palpar su miedo. Pero el miedo de esos hombres en particular me deleitaban. Acerqué mis labios al mayor de ellos, el incitador, el primero que me violó. Sus labios palpaban con precaucion los míos y, preso de la oscuridad de mis ojos, se quedó quieto.

- Pues ésta puta colgará sus cabezas en lo alto del palacio de Persia y se bañará en su sangre- susurré casi besandolo. Con rapidez y agilidad me puse de pie y ordené a mis soldados - Acaben con éstos infelices... pero asegúresen primero de quitar la piel de sus cuerpos... mientras estén vivos - terminé con una sonrisa.

Entre súplicas y gritos, mis subordinados y los reos fueron llevados para su ejecución. Sólo dos ciervos del palacio se quedaron a los lados de la puerta, inertes ante lo ocurrido. Con una seña de la mano, les ordené que se retiraran. Mi cabeza parecía palpitar.

Caminé hasta quedarme parada a un lado de la enorme chimenea que decoraba mis aposentos, mirando el fuego. Porque era mi pasado, era mi vida... yo era esa niña que tanto habían lastimado. Suspiré intentando superar el mareo que me invadía. Cerré los ojos apenas y cuando los abrí, la diosa de los mares me besaba la frente. Después de eso, no supe más.

Los demonios de KaleiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora