7.

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Timothy

Apretó aquello que estaba entre sus brazos, tan áspero pero que lo mantenía caliente. Mientras abría los ojos despacio.

Estaba obscuro y le pareció encontrarse en el suelo.

Rápidamente se incorporó, percatándose de que estaba efectivamente en el suelo, dentro de una bolsa de dormir.

Se levantó sonriente, aguantando las inmensas ganas de reír. Estaba emocionado y un tanto preocupado.

Definitivamente no había llegado ahí por arte de magia.

Salió apresurado del cuarto y corrió hasta su habitación, quedando estático frente a la puerta. Tragó saliva y levantó su brazo, dispuesto a golpear la entrada para agradecer el gesto, si así se lo permitía.

Tim respiró hondo, intentando no caer ante la ansiedad. Y justo cuando se dispuso a golpear, la puerta se abrió, mostrando a un Theodore adormilado y con tan solo unos boxers en su cintura.

El castaño inevitablemente se sonrojó por completo, para después huir despavorido de ahí.

Timothy llegó a la cocina derrapando con sus pies descalzos y comenzó a sacar comida de todas partes, encendió la estufa y puso una sartén encima. Pretendiendo cocinar y fingir que no vio nada.

—Oye— se escuchó una voz quejumbrosa detrás de él, haciendo que se detuviera en seco.

El mayor se giró inquieto.

—¿Si?— preguntó lo más relajado que pudo.

—Dinero— gruñó disgustado y se acercó amenazante.

Tim sin pensarlo extendió lo primero que encontró a la mano, entregando así 50 dólares. Los cuales le fueron arrebatados al momento.

El contrario se dispuso a salir de la cocina mientras resistía los impulsos que desesperadamente lo consumían. No podía controlarse lo suficiente todavía al estar tan cerca del mayor.

—Lind- Theodore— corrigió el castaño nervioso. Deteniendo al menor y dejando un profundo silencio en la casa.

Para luego volver a hablar.

—¿Desayuno?— preguntó con los labios temblorosos y un gran nudo en la garganta. A pesar de conocer con seguridad la respuesta que recibiría, decidió arriesgarse.

El rubio no lo soportaba más, no comprendía lo que pretendía, tenía miedo, quería llorar, quería golpearlo, solo deseaba que lo abrazara como antes y lo cobijara con su cariño como en las noches frías de invierno, donde tan solo una sonrisa lograba convertir cualquier sitio en algo agradable. Pero no cedería, no se lo permitiría, debía superarlo, todo ese tiempo pensando que lograría verlo de frente y maldecirlo, sentirse superior y echarle en cara todo lo que le hizo sentir.

Y al final, era demasiado difícil. Pero definitivamente, no imposible.

—¿Qué? ¿Acaso eres idiota?— se giró con molestia clavando su mirada en Timothy —creí haber sido bastante claro ayer, no comeré nada de lo que prepares, ¡ME REPULSAS! ¿NO COMPRENDES MALDITA SEA?— se aproximó enojado hasta el mayor con el puño en alto.

Tim apretó sus ojos con fuerza sin moverse de lugar, esperando el impacto con nerviosismo. Pero este no llegó en ningún momento.

Transcurrieron algunos segundos hasta escucharse la grave voz del menor.

—Así me gusta— sonrió satisfecho Theodore, observando como su hermano lo miraba confuso y con evidente incomodidad.

El rubio dio media vuelta y salió riendo de ahí. Volviendo al cuarto.

R E C U E R D O SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora