10.

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Theodore

Se encontraba en casa, comiendo frente a su hermano, en silencio y confundido. ¿Cómo habían terminado así?

—Esto está salado— señaló su plato al tiempo que comenzaba a jugar con su tenedor.

—Lo siento, te serviré otra cosa— se levantó el castaño y fue a la cocina avergonzado.

El rubio observó su comida dibujando una sonrisa en su rostro. Y se preguntaba repetidas veces "¿Cómo rayos terminamos así?" sin poder evitar sentirse feliz de algún modo.

Theodore rió para si por lo que había hecho. La comida no estaba para nada salada.

—Lamento no tener nada más, ¿quieres pasar al postre?— inquirió sonrojado al menor.

—Está bien— fingió molestia.

—Puedo traerte lo que quieras, perdón por la comida, pídeme cualquier antojo— sonrió ñoño el castaño.

—Quiero 10,000 sentadillas ahora.

—¡No esa clase de antojos Lindsey Templeton!— gruñó a juego y luego calló repentinamente.

Percatándose de nuevo, de lo crudo de su realidad. Hermanos.

El rubio observó a Tim borrar su sonrisa, convirtiéndola en una mueca de frustración e incomodidad.

—Oye— habló intranquilo —dame del postre ¿bien?— sonrió lo mejor que pudo.

—¡Claro!— reaccionó de golpe el mayor huyendo de nuevo a la cocina.

Theodore permaneció pensativo, recordando como todo acabó de aquella forma



"Perdóname"

"Te odio"

"Te amo"

"Júralo"

"¡BASTA!"

"Por favor"

"¡Lo juro!"

"Mientes"

"Oye, sólo dilo"

"No volverá a suceder"

"No voy a dejarte"

"Siempre estarás a mi lado..."

"...¿verdad que sí?"

Todo estaba revuelto en su cabeza, ni siquiera lograba recordar lo que había ocurrido con exactitud. Una pelea, una disculpa, un golpe, un abrazo, un malentendido y algo parecido a un nuevo comienzo.

Solo quedaba una pequeña incógnita demasiado importante.

La carta.

Tim no quiso responder a ello con sinceridad. Lo pasó por alto e intentó restarle importancia.

Y él se sintió estúpido por no haberla leído cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. Su hermano lucía mil veces más aterrado que él en todos los sentidos.

Pero en lugar de hacerlo pagar como tanto tiempo juró y perjuró, cometió el error de mirarlo a los ojos. Tirando así su orgullo al suelo y pasando sobre de él con el único deseo de recuperar al hermano que le hacía tanta falta.

Trataba de no pensar en el pasado, se convencía de que guardarle rencor solo traería problemas.

Y ahora sus pensamientos eran un gran fastidio.



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