Caso abierto

Bienvenida a casa

Habían pasado horas desde que la señora Swan había conducido a Regina a la habitación de su hija y aun no había salido. Los Swan se preguntaban qué había ido a decirle que las ocupase tanto tiempo, bastante confundidos. Finalmente les pudo la curiosidad y, al comprobar que la puerta estaba abierta, penetraron en la habitación y se quedaron estupefactos ante la tierna escena que se les presentaba en su interior.

En el televisor hacía ya rato que se habían terminado los créditos finales de la película, tanto Emma como Regina dormían profundamente, con el pequeño James sobre ellas, también dormido.

Emma tenía su cabeza sobre el pecho de la morena, completamente abrazada a ella mientras el pequeño estaba tumbado entre ambas, abrazado a las piernas de la joven agente. Era un amasijo de cabellos rubios y oscuros, de abrazos y de caritas que reflejaban paz y armonía.

Los Swan sonrieron estupefactos, lo único que podían entender de esa situación era que la agente federal había sido muy importante para Emma, pues el rostro de su hija se mostraba sereno y feliz, y sus brazos rodeaban a la morena buscando su cercanía. No quisieron despertarlos y se marcharon en silencio, ya irían a buscarlos para cenar. Dieron las órdenes oportunas al servicio para que pusieran un plato más en la mesa, pues suponían que la morena compartiría con ellos la velada.

Regina abrió pesadamente los ojos, intentando acordarse de dónde se encontraba y por qué se había dormido. La ausencia de dolor de cabeza le indicó que no iba borracha cuando se durmió y eso le hizo sentirse aliviada. De pronto notó un fuerte agarre por su cintura y el aliento cálido de otra persona sobre su cuello y recordó que había ido a buscar a Emma. Se giró con una sonrisa en el rostro y contempló fascinada las facciones de la rubia, apaciblemente dormida, completamente pegada a ella. No sabía qué hora era ni cuánto tiempo llevaba dormida pero no le importó. Notó el abrazo de James en sus piernas y suspiró llena de amor y ternura. Ellos eran su familia y ella estaba completa, por primera vez en tanto tiempo que no llegaba a recordarlo se sentía dichosa y feliz.

Acarició tiernamente el rostro de Emma y depositó un tierno beso en sus labios, despertándola con cariño.

-Regina... ¿Qué hora es?

-"No lo sé, Nos hemos dormido las dos, al parecer teníamos falta de sueño"

-Seguro que nos hemos saltado la cena, tengo un hambre que me muero.

-"Emma... Tú siempre tienes hambre"

Iba a besarla para callar su carcajada cuando llamaron a la puerta y ambas se levantaron sobresaltadas, despertando al pequeño que aun estaba durmiendo.

Cuando James vio que Regina seguía con ellos se volvió loco de alegría y empezó a saltar en la cama sin dejar de repetir su nombre. Para él era la prueba de que no volvería a marcharse y de que su madre no volvería a llorar.

Emma se adecentó y abrió la puerta de su habitación, al otro lado estaba su madre que, sonriente, le anunció que la cena estaba preparada y que podían bajar a la mesa. Tras la rubia, Regina intentaba que su cara no reflejara todos los tonos de rojo que existían en el mapa de colores, al verse sorprendida por la señora Swan.

-Señora White, le hemos puesto un cubierto en la mesa, supusimos que le gustaría acompañarnos a cenar.

-"Claro...por supuesto aunque mis ropas aun están mojadas"

-No se preocupe por eso.

La señora Swan se marchó mientras Emma no dejaba de reírse al ver la cara de la morena, completamente turbada y avergonzada. Parecía una adolescente recientemente descubierta por sus suegros en situaciones indecentes.