Katrina

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-sabía que lo encontraría aquí señor- La voz dulce de la vieja mujer apenas si rozó la sombría figura de Damon, casi invisible en la penumbra de la habitación. Su ternura infinita y gesto confidente podrían confundirse con compasión.

-veo que me conoces bien - asintió él mirándola de reojo. La anciana sonrió con rubor, brillando en la oscuridad sus colmillos.

-Casi como si fueras hijo mío, señor.

Damon apenas deslizó las comisuras de sus labios en una sonrisa suave.

-hace mucho no visitaba este lugar, es uno de los pocos que el fuego no destruyó... todo esta como él lo dejo...- Expresó con un suspiro casi pasional. La mujer se detuvo prudentemente a una distancia corta y miró en la dirección en la que él miraba. Las ventanas cerradas impedían que la luz o incluso la vida que parecía tener el resto de la mansión llegaran a aquella habitación, el polvo cubría todo como un manto de olvido. Un rayo rebelde de luz se filtraba por el marco de la ventana cerrada, iluminando una diminuta cama, descuidada y destendida que parecía haber sido recientemente usada.

Los juguetes y muebles, intactos en su sitio, daban la sensación de que el tiempo se había detenido y los años no habían pasado por allí, congelada una escena cotidiana, olvidada en el pasado y ajena a todo lo demás.

-Solo lo visita cuando algo lo atormenta señor, ¿puedo saber qué?

-¿crees que merezco ser feliz Katrina?- la anciana loba tembló ante la mención de su nombre en boca del que fue como un hijo para ella. Busco sus ojos con preocupación, la amargura se había apoderado de su semblante, usualmente seguro.

-Nadie lo merece más que usted, señor.

-¿Por qué la muerte se lo llevó a él aquella noche? ¿Por qué yo merecí más vivir? Me he hecho esa mandita pregunta tantas veces...- Damon deslizo sus ojos, como si esperara ver a alguien sentado en la cama.

La mujer se apresuró a llegar a su lado y aferró una de sus grandes manos entre las arrugadas de ella. La besó con amor.

-No se culpe señor, el destino es cruel, pero nunca se equivoca.

-cuando la miro a los ojos, puedo ver cómo me odia- cerró los ojos, Katrina se compadeció del sufrimiento que amenazaba con hacerlo caer. Supo al instante que se refería a la joven que amaba. Vio su rencor, su temor.- No sé si algún día sea capaz de amarme... tal vez ni siquiera lo merezca.

-Nadie merece más el amor que usted y su hermano, alfa.

-Al parecer todo en mi vida es odio- dijo con tono agrío en su voz grave.

-debe darse una oportunidad, intente conocerla más, yo sé que ella puede llegar a amarlo, es una muchachita fuerte, lo presiento- Damon clavó sus ojos en ella, intensamente. Su mandíbula estaba tensa.

Katrina sintió ternura por aquel niño, convertido en hombre, prisionero de su dolor y su pasado. Esperaba de corazón que el amor de aquella joven pudiera sanarlo. Cuando él hablo de su cautiva vio brillar en sus bravos ojos una esperanza tan dulce y devota que le estremeció el corazón. Esa niña era su remedio, pero su instinto le indicaba que no sería fácil. Inundaba su pecho masculino el dulce sentimiento que puede doblegar al hombre más recio, aquel que puede sanar incluso el alma más rota o iluminar el corazón más oscuro. Vio esperanza en él, un sentimiento agazapado que parecía no permitirse sentir, esperanza de que ella pudiera corresponder los sentimientos tan desmesurados que amenazaban con demolerlo.

-¿quiere que lo ayude entonces, a vestirse para la presentación a la manada?

-ve con ella, mi fiel Katrina, con mi amada que apenas soporta mi presencia, ella te necesita más que yo.

Desgraciadamente tuya..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora