Prólogo

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Leticia

Calle 321, es aquí.

Sujeté las solapas de mi abrigo y los jalé hacia arriba, para poder cubrirme mejor el rostro. Aunque no podía asegurar de si era por frío o por miedo. No quería sonar como una de esas chicas que se vuelven ellas mismas damiselas en peligros pero, una chica como yo, en un barrio como este... Era una presa fácil.

Continué caminando por la acera, sin mirar a nadie, ni a los vagabundos reunidos en los callejones, ni los ebrios tirados a un lado de la calle. No miré en dirección de nadie, ni siquiera cuando abrían las puertas de tabernas, burdeles y clubes hasta que llegué a mi sitio de encuentro.

Sólo dile al tipo de la entrada que buscas a Joy.

Las letras de neón iluminaban el obsceno nombre de "Zorras fáciles", al parecer, un club de strippers, prostitución y drogas. Donde el gran jefe de la "mafia" actual residía la mayor parte del tiempo, cuando no estaba volándole los sesos a algun imbécil que le había robado o a algun soplón.

—Vengo por Joy. —le dije al tipo de la puerta, un gigante bravucón de barba que me miraba obscenamente. Un escalofrío me recorrió pero puse mi rostro duro y entré por la puerta que él me abrió.

Dios, Leti, por favor, retrocede. Regresa por donde viniste, no es tan tarde.

Miré hacia atrás, hundida en medio de los colores leves de lámparas y luces de neón rojas, moradas y verdes. La puerta no estaba tan lejos, pero yo estaba mirando hacia el futuro, y el futuro me tenía metida aquí, entre mujeres escasas de ropa, alguna que otra desnuda, haciendo repugnantes actos en medio del espeso humo de cigarrillo.

Continúa hasta el final una vez que llegues y espera hasta que alguien abra la puerta con el cartel de "Privado."

Obedecí cada instrucción, llegando finalmente a la puerta y golpeando, las nauseas por los nervios y los distintos aromas en el aire agolpándose en lo profundo de mi garganta. Un sujeto de aspecto peligroso salió y repetí por lo que venía, entonces él se fue, antes de regresar y mostrarme sutilmente el arma enganchada en sus caderas.

—Abre tus piernas y brazos. Te conviene no tramar nada, bonita, porque aquí nunca nadie oye nada, ni los gritos, ni los disparos. —Me amenazó y con un temblor reptando por mi cuerpo, obedecí una vez más y le permití revisarme, tratando de ignorar cuando se pasó con sus manos cerca de mis pechos. Estuvo satisfecho, puesto que retrocedió y acercó su mano al arma una vez más—. Está bien, puedes entrar.

Esperé para que me guiara desde el frente, pero decidió quedarse detrás y ordenarme caminar por el largo pasillo. Nuevamente, mi cabeza estaba dando vueltas sobre cómo demonios me había metido aquí, por qué diablos estaba involucrándome con estos sujetos.

Aún recordaba cuando el sujeto se me había acercado, parecía joven, no debía tener más de veinticinco, se veía atractivo, pero a la vez, peligroso, y no había estado equivocada. Yo acababa de salir de mi clase nocturna sobre administración, en la que había hecho decena de planes, considerado ideas y intentado descubrir una forma de conseguir dinero. No había notado que se me habían caído algunos papeles, pero el extraño misterioso que venía detrás de mí me detuvo a solo unas calles de la universidad, mostrando los papeles caídos. Una vez que me detuve, los tomé y lo agradecí, entonces él habló.

—Oye, disculpa que haya visto tus papeles, pero sé una forma en la que puedes conseguir dinero fácil. —Me dijo. Yo estuve lista para mandarlo al diablo por creerme una de "esas chicas" pero él sólo sacó un papel con una dirección y me dijo que fuera allí y preguntara por Joy. Su tío era prestamista y cobraba una muy pequeña tasa de intereses.

—¿Es un mafioso? —pregunté en voz baja, sin poder detenerme. El chico sonrió, una sonrisa malvada y traviesa a la vez y sacudió su cabeza.

—Yo no dije eso, pero no estás equivocada. No vayas a hacer una estupidez con la información que te di, Leticia Briggs, porque podríamos encontrarte... Y no te gustaría.

No pregunté cómo supo mi nombre, porque asumí que lo leyó en las hojas y papeles que se me habían caído, pero la mirada que envió fue suficiente para mover mi cabeza y asentir, antes de alejarme de él tan rápido como podía.

Una voz más sensata dentro de mi cabeza me gritaba que esto era estúpido, irracional y arriesgado, pero realmente deseaba tener un restaurante, valerme por mí misma, dejar de ser "la hermana de Eric Briggs" o incluso "la gemela de Lidia." Necesitaba tener un nombre, ser conocida por mis talentos y quería lograrlo todo por mi cuenta.

—Supongo que tú eres Leticia. —dijo el sujeto tras el escritorio en cuanto el matón y yo entramos. Miré a mi alrededor, había dos sujetos armados, uno parado contra cada pared de la habitación y asentí mientras me acercaba dudosamente al escritorio—. Toma asiento, ¿quieres?

—Gracias. —murmuré con una voz pequeña, mi plan de no parecer débil yéndose por el caño a causa de este sujeto. No es que demostrara poder, al menos no sobre mí, sino que demostraba un frío helado y terrorífico que sólo se podía tener si no tenías sentimientos siquiera. Ese sujeto no debía tener sentimientos.

—Luca me habló sobre ti, así que yo te hablaré sobre mí. Soy un hombre ocupado, y tenemos que ir directo al grano. ¿Cuanto quieres? —preguntó, su voz áspera de seguro por tantos cigarros. No dudes, llegaste hasta aquí, ni siquiera pienses en dudar. Algo me dice que este tipo se enfadará si le hacemos perder el tiempo.

—Quizás $250.000. Lo pagaré de a poco, mientras los ingresos den frutos. —dije, tratando de mostrar algo de confianza y eso pareció entretenerle al sujeto, puesto que una media sonrisa divertida se dibujó en su cara.

—Vaya, ¿así que ahora pones las reglas? Me gusta esta chica. ¿Sabes cómo haremos las cosas? Te daré tres meses antes de que debas comenzar a pagar, porque hay que tener ovarios para venir aquí y plantearme las reglas. Quiero el veinticinco porciento de tus ganancias, al menos por un año, hasta que pagues lo que debes y, ya sabes, la cuota de interes. —El sujeto se estiró para abrir un cajón y sacó un sobre de manila antes de sacar algunos fajos de billetes y meterlos allí, antes de entregármelo. En cuanto lo tomé, el sujeto jaló el sobre para acercarme—. Y no confundas mi amabilidad, no siempre soy así de lindo. No te atrevas a burlarte de nosotros o jugar con nuestros negocios, Leticia, porque sino nosotros nos burlaremos de ti, y no será agradable.

—Ya me hicieron esa advertencia antes, no voy a jugar sucio. —Aseguré, poniéndome de pie y salí de allí más rápido de lo que había entrado, sin siquiera mirar atrás, con las palabras del matón mientras me iba repitiéndose en mi cabeza.

Te estaremos vigilando.

Abrázame y sosténme fuerte (Sonríe y dí que me amas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora