Lidia
—Cariño, ¿quieres ayudarme a cocinar algo?—No. —dije, casi sin voz, tratando de hundirme mejor en la almohada. Oí un gruñido por parte de papá y finalmente, se deslizó por el pequeño hueco de la puerta abierta para sentarse a mi lado.
—Estás matándome, bebé. Dime que pasa —pidió, acariciando mi cabello, que aún estaba medio húmedo por el lavado de hace horas. Traté de ahogar mi sollozo en la almohada, pero a pesar de que no hice sonido alguno, mi papá lo sintió—. Lidia...
—Ya no soy una niña pequeña —Solté en un hilo de voz, totalmente infantil a pesar de lo que deseaba reflejar. Mi papá soltó una pequeñita risa.
—Lo sé, y por eso es más difícil tratar de entenderte. —Continuó tocándome el cabello—. Cuando eras pequeña y te sentías triste, porque extrañabas a Eric o a mamá, o a Leti, te calmabas totalmente cuando te levantaba en mis brazos y te cantaba. Te recostabas sobre mi pecho y era como si pudiera resguardarte de todo, de cualquier cosa, y ahora... quisiera que fuera tan sencillo.
Mi llanto pareció detenerse cuando escuché un chillido. A través de las lágrimas, me sonreí y limpié mi rostro. —¿Estás llorando?
—N-no, para nada —dijo mi papá, limpiándose el rostro en el momento en que volteé para verlo. Se había sonrojado y tenía su mirada aferrada a la puerta.
—Papá, no llores por mí, por favor —dije, levantándome para darle un breve abrazo. El vacío en mi pecho aún estaba ahí, pero saber que deprimía hasta mi propio papá me hacía sentir patética y más miserable.
—Estoy bien, estoy bien. Creo que es solo la vejez, atacándome de vez en cuando. —Se puso de pie luego de darme un último apretón, limpiando los residuos de sus lágrimas—. Supongo que extraño lo que éramos antes de que todos crecieran y tuvieran sus propios niños. No me malentiendas, amo a cada uno de mis nietos, pero también los amo a ustedes, y desearía que no hubieran crecido.
—Porque de esa forma no habrías envejecido —me burlé, haciéndolo sonreírse y a mí misma también—. Admite que te pesa la palabra abuelo.
—Oye, tú aún eres mi hija y me respetas o serás atacada con almohadas —me regañó, tomando una almohada de mi cama, y me puse alerta—. No querrías eso, ¿o sí?
—Oh, ponme a prueba, anciano —lo ataqué, tomando la otra almohada y comenzamos una guerra que terminó entre lágrimas de risas y los gritos de mamá cuando mi lámpara salió volando y se estrelló contra la pared.
—¡Lidia! ¡Gustave! ¿Qué rayos están haciendo? —llegó gritando a la habitación, pero eso no evitó que papá le diera un juguetón golpe con su almohada. Mamá lo quedó viendo con cara de pocos amigos.
—Solo subiendo un poco el humor de la pequeña, no vengas a regañarme —le dijo papá, dejando caer la almohada. Detrás de mamá, una Leticia semi empapada entró a la habitación y se quedó con la boca abierta. Ahora, ésto podría ser debido al desastre de vidrios rotos en el suelo, las mantas voladas o mi cabello teñido. Apostaba que era éste último.
—Santo cielos, eres como un espejo —dijo Leti, con media risa. Papá y mamá nos observaron abrazarnos un rato y se excusaron para terminar la cena. En cuanto tuve a mi gemela entre mis brazos, me sentí completa por una fracción de segundo antes de que el vacío regresara, junto con una sensación de pesadez.
No dijimos nada mientras mi hermana se cambiaba su ropa húmeda por algo seco y cómodo, y se sentaba con las piernas cruzadas frente a mí, en la cama.
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Abrázame y sosténme fuerte (Sonríe y dí que me amas #3)
Romans+TERCERA PARTE DE SONRÍE Y DÍ QUE ME AMAS+ Dos hermanas. Un terrible accidente. Y un lazo inquebrantable. Leticia Briggs finalmente está lista para abrir su propio negocio. Han sido años de esfuerzo, pero gracias a una pequeña ayudita de su familia...