Lidia
Mamá a veces podía avergonzarme tratando de hacer de casamentera, pero resultó que la chica a la que se refirió más temprano ese día, tenía libre la noche y en serio era agradable. Amable, lista, tenía una enorme sonrisa brillante.
En nuestra improvisada salida de "jóvenes," habíamos llegado a un club nocturno con buena música, comida y alcohol, y por fortuna, nadie estaba sobre los chicos. De ser así, Aspen estaría echando chispas o incluso mi hermana, que siempre quería fingir ser la "más fuerte" y para nada sensible gemela, aunque todos sabemos que es ella la más sentimental de las dos.
Creo que esto es porque me pasé toda la vida cuidándola. Sí, quiero decir, tenemos la misma edad y que ella haya nacido diez minutos antes que yo la hace la más grande, pero siempre, desde que tengo memoria, he tenido esta sensación de protegerla de cualquier cosa o persona. Y creo que tanto cuidado la terminó haciendo la más vulnerable.
—Tu madre decía tantas cosas de ti que no podía creerlo. Pero veo que no exageraba. —Rio ella, sorbiendo su trago y sonreí mientras la imitaba.
—Bueno, espero que hayan sido cosas buenas, al menos. —Me burlé, arrancándole otra sonrisa. Esa brillante sonrisa estaba allí de nuevo y tenía que admitir que había algo en ella que me atraía bastante. Algo como... dulzura, timidez. No estaba detrás de mí intentando llegar a mi hermano o a mi familia. Se veía inocente y eso normalmente era lo opuesto de lo que me interesaba pero, podría darle una oportunidad.
—¡Claro que buenas! No creo que haya algo malo que pueda decir de ti —rio de nuevo, acercándose más a mí en los sillones del club y, de un momento a otro, la tenía a sólo centímetros de mi rostro—. Sólo veo cosas buenas en ti... y las quiero tanto.
Entonces estábamos besandonos y no podía pensar más que en lo dulce que sabían sus labios, o lo tímida de su boca comparada con la mía, más salvaje. Era lo que yo era. Lo tímido no iba conmigo y creo que corrompí eso de ella cuando la insté a abrir sus piernas y así poder meter una de las mías entre ellas, logrando estar más cerca, cerniéndome sobre ella.
Juro que intentaba no sobrepasarme o pensar en todas las cosas que podíamos hacer (dios, en serio necesito sexo), pero mi mente voló a todos esos pensamientos sucios que normalmente tenía. El problema era que esta chica estuvo sólo tres segundos en mi fantasía, porque rápidamente fue borrada por los recuerdos que tenía de Kit y yo...
Diablos.
Me separé lentamente y me bajé del sillón, acomodando mi falda en el proceso. —Te traeré un trago, ¿qué quieres?
—Lo que quieras está bien —dijo, su voz sin aliento, su mirada brillante, no sé si deseo o ebriedad, pero a mí la culpa estaba consumiéndome, así que volteé y caminé rápidamente hacia la barra.
Diablos. Diablos. Diablos. Me había prometido no pensar en Kit, nunca más. No luego de lo que había hecho con mi cabeza. No luego de lo que había provocado luego de sólo unos meses.
Sacudí la cabeza, intentando olvidarme de eso. Que mi hermana se estrellara directo contra mí me lo facilitó. —¿Qué diablos, Leti?
—Oh, lo siento, venía por ti, pero estos tacones endemoniados... —Mi hermana se rio y pude notar fácilmente que estaba ebria.
—Bueno, ¿qué es lo que quieres? —pregunté, sosteniéndola porque obviamente, ella misma no podía hacerlo.
—Oh, nada, sólo sentí algo de tensión y supuse que estabas molesta. Y considerando que pasamos muy poco tiempo juntas, supuse que podíamos tener una charla para ver qué rayos está mal —dijo con una sonrisita y volví a sacudir mi cabeza. Decían que los gemelos tienen esa cósmica y rara conexión que los hace sentir las emociones del otro, o hacer que ambos digan lo mismo al mismo tiempo. Me creía exceptica y afirmaría que eso no era cierto, sin importar cuanto lo repetía mi madre durante mi niñez, pero era cierto. Lo había comprobado cientas de veces.
—Sólo no sé que hacer. —Respondí, siendo sincera, aún sosteniéndome a mi gemela pero, a diferencia de antes, esta vez era para no caerme. Sentía que la confesión que se venía iba a derrumbarme, incluso cuando solo eran palabras. Pero tenía que soltarlas. Necesitaba soltarlas—. Me siento tan inutil y sola... Me siento una fracasada y por más que intento avanzar en la vida, por más que intento salir con alguien, esa sensación sigue allí, aferrándose dentro de mí. Cada vez que siento que voy a lograrlo, fracaso y eso sólo me hunde peor y...
Mis ojos estaban llenos de lágrimas cuando mi hermano mayor me aplastó contra su pecho. ¿En qué momento él llegó a mí? No lo sé, pero agradecía que estuviese allí porque mis rodillas temblaron y sentí que me caía, aunque no lo hice gracias a sus brazos rodeándome.
—Oye, bebita, ¿qué diablos? Tú eres asombrosa. Te he visto trabajar horas sin descanso, te he visto hacer toda clase de mierdas de diseño que realmente son talentosas. Demonios, Lidia, me averguenza no poder hacer siquiera un puto hombre palito, y tú puedes hacer vestidos dignos de realeza, ropa asombrosa y dibujos asombrosos. —Murmuró Eric, alejándome lo suficiente para ver mi rostro—. Lo único que necesitas es un pequeño empujoncito, y si tan sólo aceptaras nuestra ayuda... Diablos, sé que eres orgullosa, sé que ambas lo son... —Con esto, nos miró a Leti y a mí—. Pero soy su hermano mayor y quiero ayudarlas, Aspen quiere ayudarlas con lo que sea que necesiten, porque las amamos. Así que dejen ese puto orgullo, esas lágrimas de mierda, y sólo disfruten de lo que podemos darles y lo que ustedes pueden darle al mundo, ¿de acuerdo?
Agité mi cabeza, limpiándome las lágrimas y observando donde las lágrimas de mis gemelas también caían por sus mejillas. Eric se sorbió la nariz y nos abrazó a ambas, soltándonos justo a tiempo cuando Aspen se acercó a nosotros, toda radiante en un vestido que yo misma le había diseñado.
—Oh, rayos, ¿qué les hiciste, Briggs? —Ella se preparó para regañarlo, apoyando sus manos en sus caderas y consideré las palabras de mi hermano. Sí, él tenía razón. Quizás sólo necesitaba un empujón. Hería un poco mi orgullo que mi gemela no lo hubiese necesitado, que no hubiese aceptado el dinero de mi hermano para comenzar su vida laboral, o el dinero de alguien más, pero yo lo necesitaba. Y lo iba a aceptar.
—No es nada, Aspen y... Lo estuve pensando, y sí, me gustaría aceptar el dinero que me ofreciste, pero te lo devolveré, como sea, me tome el tiempo que me tome, te lo devolveré. —Prometí y una sonrisa enorme se extendió por el rostro de mi cuñada.
—Eso me encantaría... que lo aceptes, no que me lo devuelvas. La única retribución que quiero es que tengas siempre un momento libre para diseñarme algun vestido nuevo de vez en cuando —rio Aspen, lanzándose para abrazarme y la acepté con gusto. No fue tan malo como pensé que sería.
Como dijo Leti, esa conexión entre gemelos era real. Sentí una incómoda opresión en la boca de mi estómago y, sabiendo muy bien que no me pertenecía, elevé la mirada a mi gemela. Sus ojos abrillantados por la ebriedad ahora se veían asustados, tensos. Había algo que ella no decía que estaba perturbándola, y perturbándome.
Cuando estaba a punto de abrir la boca, Aspen me separó y se abrazó a mi hermano. —Bueno, ya nos vamos a casa nosotros, pero hablaré contigo en la mañana, ¿bien?
—Claro, gracias, Aspen. —Murmuré, aún sin poder concentrarme en ella y luego de saludarnos a ambas, ella y mi hermano se fueron de allí—. Leti, ¿qué sucede?
—¿Qué? ¿A qué te refieres? —preguntó, demasiado rápido. Leti me mentía.
—¿Por qué estás así? —La observé fijamente, sabía que ella no podía mentirme si la veía así. No me mentiría descaradamente, ¿o sí?
—Estoy muy ebria, será mejor que Elias y yo nos vayamos a casa. —Respondió, girando sobre sus talones y alejándose tan rápido de mí que no pude reaccionar.
Había algo que ella me ocultaba y, aunque me tardara, iba a descubrirla. Iba a descubrir qué la tenía tan inquieta.
ESTÁS LEYENDO
Abrázame y sosténme fuerte (Sonríe y dí que me amas #3)
Romance+TERCERA PARTE DE SONRÍE Y DÍ QUE ME AMAS+ Dos hermanas. Un terrible accidente. Y un lazo inquebrantable. Leticia Briggs finalmente está lista para abrir su propio negocio. Han sido años de esfuerzo, pero gracias a una pequeña ayudita de su familia...