Leticia
Serví un gran vaso de limonada cuando una pequeña criaturita pasó corriendo junto a mí. El vaso salió volando de mi mano y otro niño pasó, junto con otro y otro. Vaya, niños, ¿verdad? ¿Qué se podía hacer?
Tamara se acercó a mí y me dio una mirada compasiva mientras veía el desastre amarillo junto a mis pies.
—Oh, dios... Déjame limpiar eso —dijo ella, buscando el trapeador y limpiando el desastre. Agradecí en voz baja mientras me servía otro vaso—. ¿Cómo estás? He visto que no has dejado de correr tras los niños. Deberías dejarlos, que se arreglen por su cuenta.
—Sí, lo sé, pero no puedo evitarlo. Los veo tan... pequeños que no quiero que se hagan daño. —dije con una risita, por fin sorbiendo de la limonada. Tamara se sirvió su propio vaso y apoyó su cadera contra la encimera.
—Oye, sólo... Sólo quería hablar contigo acerca de... Elias. —dijo ella, encogiéndose de hombros y los míos se tensaron en cuanto oí su nombre. ¿Sobre qué quería hablar ella?
—¿Sí? ¿Qué pasa con él? —Mi voz se rompió y me aclaré la garganta a prisa. Tamara se acercó para poner su mano sobre mi hombro.
—No es nada malo, sólo... deberías darle algun margen, ¿sabes? Quiero decir, sabes a la vida que ellos estaban acostumbrados. Cualquiera pensaría que ni Eric o Aaron podrían ser material para novios, o familia, pero ya lo ves. Sé que es dificil aceptar esto de su popularidad entre las mujeres, pero no deberían discutir por eso. —Fruncí el ceño ante su discurso.
—¿Tú cómo sabes qué...? —Comencé, pero ella puso los ojos.
—¿A qué casa crees que va Elias a llorar sus penas? No va a admitirlo, pero es sensible y le duele pelear contigo. —Explicó Tamara.
Solté una risita antes de suspirar y dejar caer mis hombros, resignada. —Lo sé. Lo sé, no quiero pelear con él tampoco pero... Sí que es dificil. Llega a tardes horas, con besos en su cara, números de teléfonos en sus bolsillos... Ya casi son cuatro años de nuestra relación, Tam, y sé que debo tener confianza, pero es complicado cuando sabes que todas las mujeres están dispuestas a lanzarse sobre él...
—¿Hablando sobre rockeros? —La voz de mi cuñada se oyó desde la puerta y entró para acercarse a nosotros, con Danielle colgada de su cadera, mordisqueando una galleta.
—Claro, ven y únete a la primera reunión de Novias de Rockeros Anónimos. —Se burló Tamara y Aspen llegó hasta nosotros. Danielle se lanzó hacia mí y no pude hacer más que sostenerla en mis brazos, mi cerebro dando vueltas alrededor de Elias y cuánto lo extrañaba.
—Cariño, voy a darles dos consejos que van a servirle en este tipo de relación. Primero, si sabes que tienes algo que nadie más tiene, y eso lo sabes porque llamaste su atención en primer lugar, no tienes de qué preocuparte. Y segundo, siempre confia en él antes que en nadie más, porque muchas personas conocen su vida privada y hacen su mejor esfuerzo en intentar arruinar su relación. —explicó Aspen, consiguiendo algunas hamburguesas de soja del refrigerador—. Además de eso, lo único que puedo agregar es...
—Diablos, Tammy, te envío por un par de cervezas y te tardas toda una vida. —Aaron se apareció en la cocina y empujó delicadamente a Aspen a un lado, para tomar las cervezas. Tamara puso los ojos en blancos mientras empujaba a Aaron también, no con mucha delicadeza.
—¿Qué diablos? Te dije que iba a tardarme todo lo que quisiera y que, si me daba la gana, te llevaría la cerveza. Sabías que venía a hablar con Leti.
—Bla bla bla, hablar. Es lo que ustedes hacen todo el día, parlotear. —Se burló Aaron pero no tardó en jalar a Tamara contra él para besarla. Eran como dos fuerzas chocando, dos personas de caracter fuerte encontrándose y volviéndose sólo una. Era dulce, y sí, no te lo habrías esperado si conocías a Aaron, porque él tenía "CRETINO" escrito por toda su cara, pero en realidad era tan dulce como mi hermano lo era por dentro—. ¿Por qué mejor no ocupas esa boca tuya en algo más?
—Dios, ¿no podrías mantener tu pene bajo control por al menos treinta minutos? —Lo regañó Tamara, ambos yéndose entre cuchicheos y besos. Me parecía tan dulce. Aspen puso los ojos en blancos.
—Bien, como decía... —Mi cuñada puso su mano en mi hombro y me dio un apretón—. Son de corazón sensible los hombres, incluso cuando finjan que no. En especial personas como ellos. Sabes que decenas de personas los buscan por su dinero. Ellos también tienen miedo cuando algo serio y real se les cruza por su camino, miedo a perderlo, porque no están acostumbrado. Sé que en todo este tiempo que han estado juntos discuten bastante, que se lo están "tomando con calma" pero te preocupa no avanzar, así que, ¿por qué no hablan acerca de los problemas y buscan un punto medio?
Me encogí de hombros, considerando todas las opciones y consejos que estas dos maravillosas mujeres acababan de darme. Después de todo, ellas habían conseguido atarse con los artistas más mujeriegos que se conocían. Y todo les había salido bien hasta ahora.
—Leti... —Elevé la mirada como un rayo cuando lo oí, sólo para verlo en la puerta, de la misma forma en que solía estar siempre: radiante. Su cabello estaba recortado a los lados, un poco más largo en la cima de su cabeza y una espesa barba cubría sus mejillas. Tenía puesta una camiseta con vaqueros y botas, y no podía creer que ni siquiera podía despegar mis ojos de esos ojos verdes oscuros. Dios, mi boca se había hecho total agua por la sonrisa tímida y sus ojos aterrados.
Mi cuñada tomó a la bebé de mis brazos y caminó hacia la salida. —Los dejo solos, que bueno que hayas llegado, Elias.
—Claro, te traje algo. —Revisó dentro de su bolsillo y sacó un pequeño sobre para dárselo. Aspen lo recibió con un gracias y salió de la cocina. Entonces, toda su atención fue para mí—. Leti...
—Oye, lo siento, yo no... En serio confío en ti, pero... —Todo lo que tenía planeado decirle se atascó en mi lengua y Elias se adelantó para sujetarme por la cintura y presionarme contra su pecho. Dios, se sentía tan increíble sentirlo contra mí, ese picante aroma amaderado suyo que amaba.
—No, lo sé, pero fue mi culpa. Debería poner límites entre las fanáticas y yo, debería hacerlo por respeto a ti. Yo, realmente, no estoy haciendo nada como para evitarlo y debería estar haciéndolo por lo que tú y yo tenemos. —murmuró rápidamente, acariciando mi cabello, sin dejar que me apartara de él. Quiero decir, ¿para qué querría apartarme?
—Tendría que confiar más en ti, sé que no serías capaz de nada para dañarme. —añadí, empujando su pecho para alejarme lo suficiente como para poder tomar su rostro entre mis manos y fundir mis labios con los suyos.
Me derretí allí, recuperando todo lo que me había perdido durante días. Sus manos se aferraron a mi cintura para jalarme más contra él, sostenerme tan cerca como podía mientras nuestras lenguas batallaban sensualmente por el control.
—Dios, cómo te extrañé, Leti... —Susurró contra mis labios, apoyándome contra el refrigerador mientras me besaba una vez más. Llevé mis manos hasta su cabello y rei por los cortos picos haciendo cosquillas en mis palmas.
—Te cortaste el cabello. —dije alejándome lo suficiente como para verlo. Elias me guiñó un ojo y se agachó para besarme de nuevo—. Me encanta como te queda.
—Sabía que te gustaría —bromeó, casi sin despegar mi boca de la suya. No quería que lo hiciera. Habían pasado días sin tenerlo cerca, lo necesitaba ahora, necesitaba reponer el tiempo perdido—. Oye, Leti, linda... Vamos a solucionar nuestros problemas, ¿sí? Ya no discutamos. No soportaré que te vayas de la casa de nuevo por tanto tiempo. Te amo tanto.
Sólo fueron tres días, pensé, pero sabía cuan exagerado era Elias, por lo que no tenía sentido discutir. Lo tomé por las mejillas y lo besé tanto como podía porque, ahora mismo, nada más que eso me importaba. En serio lo necesitaba.
Cuatro años. Sip, él y yo habíamos estado saliendo por cuatro años, pero estabamos haciendo las cosas tan lentas y con calma que el primer año, practicamente no habíamos estado mucho juntos. Con la universidad, y su gira, sus conciertos, mis metas, mis trabajos de medio tiempo para juntar dinero y sus entrevistas... Una agenda muy apretada para ambos. Cuando él tenía tiempo, yo no, o viceversa y cuando teníamos tiempo para ambos... bueno, eran momentos mágicos.
Cuando finalmente creímos que era prudente, nos mudamos juntos. No pude aportar mucho a nuestro departamento, porque era su departamento y él ya tenía todas las cuentas cubiertas, todo lo necesario hecho. Era un sitio hermoso y espacioso cuando estábamos juntos, pero cuando él no estaba, era un sitio bastante grande y solitario.
No podía creerlo, pero estaba realmente aferrada a Elias y, por fortuna... Él pensaba de igual manera.
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Abrázame y sosténme fuerte (Sonríe y dí que me amas #3)
Romance+TERCERA PARTE DE SONRÍE Y DÍ QUE ME AMAS+ Dos hermanas. Un terrible accidente. Y un lazo inquebrantable. Leticia Briggs finalmente está lista para abrir su propio negocio. Han sido años de esfuerzo, pero gracias a una pequeña ayudita de su familia...