Capítulo 4

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La Realidad

-Dios...niñato...daría lo que fuera por verte...solo una vez...solo con una puta vez sería feliz...aaaahmmmm –y diciendo aquello se corrió con fuerza, inesperadamente.

Aunque debió esperarlo, porque no habría dicho nunca sus pensamientos en voz alta si no hubiese sido en una situación como aquella, al borde del clímax. Creyó que el menor no terminaría, pero sintió aquel divino trasero estrecharse de manera imposible alrededor de su miembro que todavía seguía sufriendo leves contracciones, descargándose. Escuchó el agudo y desgarrado gemido de JongIn y un líquido más caliente que el agua que le salpicaba en su abdomen. Su corazón latió con demasiada fuerza. Kai estaba por correrse desde hacía un buen rato, pero no quería que el mayor se burlase de nuevo por su poco aguante. Así que se estaba conteniendo lo mejor que podía. Pero cuando Soo había dicho aquellas palabras, las palabras más dulces que nadie le hubiese dedicado, cuando le había sentido derramarse en su interior gimiendo ronca y gravemente, no lo había soportado más, liberando todo su placer, descargando todo lo que sentía en forma de orgasmo.

D.O sintió que el menor se dejaba caer exhausto sobre él.

-Ha sido el mejor polvo de mi vida –musitó jadeante el rubio, dando un suave beso en el cuello de Soo.

-Eso dijiste del anterior –rió suavemente. Aunque sus mejillas ardían y estaba seguro de que la causa no era enteramente por el sexo que acababan de compartir.

-Eso diré cada vez que me hagas el amor –susurró el menor. El escritor fue a burlarse de aquella expresión tan tópica para referirse al polvo que habían echado pero, algo en su pecho, se lo impidió. Abrazó con fuerza el cuello de su niñato, quien sufría leves espasmos sobre su cuerpo.

-No ha estado mal –contestó besando sus cabellos mojados.

-Eso dijiste del anterior –se burló imitándole.

-Eso diré cada vez que lo hagamos –se sentía incapaz de utilizar la expresión que había empleado el menor, aunque sabía que aquello había sido más que simple y puro sexo.

-A mí también me encantaría que pudieras verme –fue un susurro tan débil que el mayor creyó haberlo imaginado. Sus mejillas ardieron aún más.

-Estuve muchos años auto compadeciéndome. Ya no me doy ese lujo –contestó en el mismo tono que él. Escuchaba el ruido envolvente y relajante del mar.

-Me gustas tal y como eres. Pero me encantaría que, por una vez, me vieras –musitó el menor, besando con aprehensión su cuello, subiendo por su mandíbula.

-¿Tan guapo eres? –D.O solo quería olvidar lo que había dicho, si no su corazón comenzaría a pesar y odiaba esa sensación.

-No, solo me gustaría que me mirases una vez como yo te miro a ti –el mayor se estremeció ante aquellas dulces palabras, pero no dijo nada apretando con fuerza sus brazos alrededor de ese cuello.

Se quedaron así, hasta que comenzaron a temblar por el frío del agua que les mojaba. Kai se levantó en silencio, entrelazando su mano con la de Soo.

-He traído la cestita –dijo alegrándose de haberla cogido de la moto.

-Los sándwiches de arena son mis preferidos –ironizó el mayor arrepintiéndose por haber tratado tan mal al rubio.

-Ah, que imbécil, me había olvidado de eso –se fingió enfadado.

-Dime que no ha sido de lo más sorpresivo –trataba que su voz sonase chistosa, pero se sentía realmente mal, tenía que hacer algo con ese humor de perros.

Amor Ciego / Blind LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora