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»¿Llora por las noches? —Le preguntó Erwin apenas oyó a Rivaille confundido por las extrañas emociones que golpeaban sin ton ni son a Petra.

»No sé si debo hablarle o no.

»¿No has tratado de entender por qué llora?

»Ya te dije que no sé si preguntárselo o no. He oído que enloquecen cuando lo hacen.

»¿Entonces dejarás que siga llorando sin saber por qué lo hace?

Petra trató de cubrir su sollozo con un suspiro que daría si estuviese durmiendo, pero él ya la estaba mirando. El corazón se le paralizó.

—¿Qué te ocurre? —Preguntó tratando de ser lo más flexible que pudo, o sea no mucho.

—E-es que... no... no me encuentro c-cómoda... la barriga no... no me deja dormir. Siento que no respiro —inhaló con fuerza—, es todo.

En eso no mentía, a medida de que su barriga crecía, le costaba demasiado hacer diversas actividades: comer, reír, caminar, y respirar entre otras cosas.

Rivaille se levantó de donde estaba y aún apenas iluminado por la luz de la lámpara sobre su escritorio se acercó a Petra, ella le miró los pies tratando de no verlo a los ojos. No quería que la viese con ese rostro demacrado y feo que no tenía nada que ver con el anterior que poseía.

Ahora le daba vergüenza verse al espejo, y no es que culpase de nada a su bebé, pero sentía que se veía fea; ojerosa, desalineada, poco atractiva. Y le daba miedo que Rivaille pensase lo mismo.

Pero él se sentó a su lado y la ayudó hacer lo mismo.

—¿Quieres un poco de agua, té, algo? —Le preguntó. Ella negó con la cabeza sintiendo las lágrimas acumularse otra vez en su cara, Rivaille alzó su barbilla cuando ella la bajó—. Mírame —pidió, Petra inhaló profundo y cerró sus ojos con las lágrimas bajando por sus mejillas—. Petra.

Ella no pudo evitarlo, simplemente se echó a sus brazos y usó su hombro para llorar, pensando que todo estaba siendo demasiado bueno para ser verdad. Y temía que llegase el día en el que todo se desmoronase, ya fuese por un error suyo o de él.

Tenía mucho miedo por su bebé, quien a veces pateaba en su interior recordándole que estaba a su lado; por Rivaille quien había tenido que duplicar su trabajo para evitar ser degradado de puesto; y por ella misma quien se sentía tan inútil como saber sólo preparar café y no platillos deliciosos para cuando él regresaba cansado a casa. A diferencia de ella que tenía trabajos más flexibles que en antaño y aun así sentía que se sofocaba.

Lo sintió acariciándole la espalda y la cabeza; el cabello estaba cayéndosele, Petra había tenido una pesadilla en la que se quedaba calva como una bruja y posterior a eso era despreciada por su hijo (siempre veía a un varón en sus sueños) y Rivaille, quien por lo regular se buscaba otra mujer más atractiva y voluptuosa que ella.

Sus ojeras estaban cada vez más acentuadas y ¡odiaba! No poder usar perfume porque hacía que le doliesen las fosas nasales por muy delicado que fuese el aroma.

Dios, sentía que apestaba si no se bañaba y cada vez que comía veía venir la tragedia; un cuerpo flácido y con estrías. Una panza hundida y con piel de más, cicatrices de más, ¡bien, justo lo que necesitaba!

Y lo peor es que sentía que si le decía todos esos temores a Rivaille, este preguntase hastiado y agotado si eso era todo. Ella se molestaría y entonces tendrían otra discusión. Pero su maldita sinceridad pudo contra la razón.

En medio de un mar de lágrimas hormonales, Petra le dijo a Rivaille todo lo que le pasaba por la cabeza. Desde su cuerpo, hasta sus sentimientos revueltos y el hecho de que sentía que estaba estorbándole. Se lo dijo todo sin tapujos y él la oyó sin interrumpirla.

ᴄᴀᴘʀɪᴄʜᴏsᴏ ᴅᴇsᴛɪɴᴏ【 Rivetra Week 2017 | Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora