Capítulo tres: Proyecto IH.

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ADAM

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ADAM

Miro con recelo los papeles que tengo en mi mesa: el proyecto "IH".

El hecho de estar en mi loft es reconfortante a la vez de aliviador, tener todas aquellas miradas las cuales escrutaban cada movimiento tuyo en la oficina es un tanto incómodo, desagradable he de decir.

Había tenido que tomar la decisión de mirar los papeles en mi apartamento, puesto que los ojos de Joshua no hacían otra cosa que perseguirme y atosigarme para saber lo que Elia me había entregado de parte de Dorine.

Tenía poco tiempo para echar un vistazo rápido al extenso proyecto o, que se yo, informe. Desde mi perspectiva, aquello era un cúmulo de papeles bien ordenados con alguna que otra fotografía del psiquiátrico, nada fuera de lo común.

Aún no entendía el porqué había sido asignado a hacer este... ¿reportaje, entrevista, pantomima? La verdad, todavía no lo sé, a no ser que sea un cabeza hueca, no entiendo que pinto yo en todo esto. La decisión de Dorine fue clara pero impetuosa: formularle tres únicas preguntas a Thobias Metzger, ni una más, y tener una entrevista con un interno en Irrenhaus.

Había oído alguna cosa sobre otra acerca del neurólogo Metzger, un pez gordo de la socialité alemana el cual residía en la parte chic de Londres pero afincado actualmente en los Estados Unidos, empresario y emprendedor, un jeque en el campo de los psiquiátricos del país con muy buenas amistades y, obviamente, amigo de muchas celebridades políticas, tanto nacionales como internacionales.

Por unos instantes dejo de pensar en el neurólogo Metzger y me centro en el proyecto IH, hojeándolo. Está meticulosamente ordenado (obra, posiblemente, de Elia) y hay pequeños extractos de artículos  de prensa de diferentes periódicos. Cosa que me extraña, la verdad.

No es que estuviesen mal escritos o, sinceramente, fuesen una basura. Simplemente no tienen sentido.

Que yo sepa, Irrehaus sólo ha concedido cinco entrevistas a los periódicos en estos últimos cinco años, lo sé muy bien porque cuando yo trabajaba para el periódico de la facultad, hace cuatro años y medio, intenté comunicarme con el psiquiátrico para hacer un artículo de investigación y no se dignaron en contestarme.

Por lo demás, sé que hay varias entradas y salidas de psicólogos en prácticas, quizás algún medicucho de mala muerte y, en términos genéricos, de "otros" sujetos. Exactamente no sé muy bien lo que se cuece en ese psiquiátrico fantasmagórico e impenetrable, pero no me augura nada bueno, tiene que tener trapos sucios, de eso estoy al noventa y nueve por ciento seguro.

No me he percatado que son casi las once de la noche ni que hay dos llamadas perdidas en mi teléfono móvil, como no de Dorine, y un mensaje de Claire.

Opto por dejar a un lado, por unos instantes, a las dos llamadas perdidas y leer el mensaje de Claire.

"Hola bichito, ¿qué tal van las cosas al otro lado del charco? Sin ti no es lo mismo. Estoy deseando que vuelvas por Navidad. Maddie acaba de decir su primera palabra, es realmente adorable, pero quiere ver pronto a su papá. Adam, cada día pregunta más por ti y yo ya no sé que decirle, tan sólo ven a vernos, aunque sea por una horas, te lo pido por favor. Te quiero amor".

Aquel mensaje hizo que pensase en mi relación con Claire y en nuestra hija Madeleine, hacía ya más de seis años que me había mudado a los Estados Unidos con un beca universitaria, obteniendo, rápidamente, trabajo para una de las sedes del Daily London allí. Tuve que dejar mi Londres natal, al amor de mi vida, Claire, la cual estaba embardada de nuestra Maddie y marcharme a conseguir mi sueño, un sueño que ahora me parece un tanto egoísta por mi parte.

Intento contestar a Claire pero mis manos tiemblan y mi mente no puede reaccionar al cúmulo de sensaciones que ahora mismo siento, me es imposible. No puedo contestarle con un "pronto estaré allí y todo volverá a ser como cuando teníamos dieciocho años" porque es una total y completa mentira, así que opto por respirar hondo y prometerme a mi mismo que la llamaré esta misma semana y que le pediré a Dorine unas vacaciones adelantadas para poder verlas a la dos.

Nuevamente, mi móvil vibra posicionando el número de Dorine en la pantalla. No quiero contestar, no tengo ganas, estoy cansado y no quiero que me suelte el mismo rollo que me ha dicho hoy en la oficina pero, como el cobarde y sumiso que soy, descuelgo:

—Es la tercera vez que te llamo Adam y no me contestas. ¿Se te ha tragado la tierra por... una hora o qué?

—Buenas noches a ti también Dorine —respondo con un bostezo.

A veces pienso que mi jefa es una obsesa del trabajo, o quizás sólo sea una sadomasoquista con sus empleados, quien la entiende. A lo mejor ser periodista no sea lo mío, parece que soy un esclavo a tiempo completo para el periódico e inclusive para Dorine.

—¿Has leído el proyecto IH? —hace caso omiso a mi pregunta, acribillándome con más—. A propósito, me comentó el señor Thobias Metzger que está terminantemente prohibido el uso de grabadoras... y eso también incluye los dispositivos móviles y las cámaras en todo el recinto del psiquiátrico.

—¿Cómo?

Esto tenía que ser una broma.

Estamos en pleno siglo veintiuno, la tecnología es la clave para todas la innovaciones, es el futuro. ¿Y yo no puedo llevar una triste grabadora o una cámara?

—Exacto, a libreta y a bolígrafo Adam, a la antigua usanza —responde ella riéndose—. Te guste o no, esas fueron sus únicas reglas, eso sin olvidarnos de las tres preguntas de la entrevista.

—No puedo apuntarlo todo Dorine, me estás pidiendo algo imposible —arremeto—. ¿Y la entrevista qué? No puedo memorizarlo o tan siquiera intentar transcribir una conversación completa.

—Pues haz que sea posible.

No me da tiempo a replicarle, me ha colgado en mi cara.

Cada día que pasa me dan menos ganas de seguir trabajando para ella, siendo sincero, aún no sé en qué estaba pensando cuando acepté este puesto de trabajo.

Mi cabeza no está ahora mismo para pensar en todos los errores que he cometido a lo largo de mi vida, así que decido, con pocas ganas, echar un vistazo, otra vez, al proyecto IH.

Esta vez dejo de la lado las fotografías y los artículos de prensa recortados y me centro en la cantidad de información que hay sobre el psiquiátrico, su supuesta historia: Irrenhaus fue una sede principal militar albanokosovar.

Eso sí que me sorprendió.

No tenía mucho sentido: ¿por qué este sitio perteneció, en su día, al ejército de Albania y Kosovo, ambos países ubicados en Europa del este cuando el psiquiátrico está en los Estados Unidos?

Hubiese tenido algo de sentido si no fuese una sede principal, quizás un cuartel pequeñito o a lo mejor una de las antiguas embajadas de ambos países, eso sí sería coherente.

Nunca había viajado a Albania y mucho menos a Kosovo, y lo único que sabía de ambos países era un dato el cual era bastante negativo y preocupante: la trata de blancas y de estupefacientes a manos de las mafias. Es más, una vez leí, que las mafias albanokosovares funcionaban como mini ejércitos interconectados entre sí, actuando en pequeñas células las cuales siembran el caos y la destrucción a punta de pistola a base de violencia extrema.

Y esto me lleva al punto de que quizás Irrenhaus ejerza, en la sombra obviamente, algún tipo de negocio ilícito, es decir, ilegal. Y no me extrañaría que tenga que ver con su origen.

Creo que estoy desvariando.

Necesito descansar, el café que me he tomando hace una hora no me ha hecho mucho efecto y sólo estoy diciendo más que meras estupideces sin sentido, sí será eso.

Lo mejor será que descanse y que me levante bastante más temprano de lo habitual para elegir, meticulosamente, lo qué le voy a preguntar al señor Metzger.

Aún no sé que diablos le puedo preguntar sin hacer una pregunta incómoda o que le pueda molestar, quizás lo mejor sea que valla al grano para que me hable del psiquiátrico en sí y dejar que se explaye todo lo que él quiera.

Será lo mejor, sí.

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