uno

63 8 4
                                    

El sonido de un portazo me despertó, miré hacia mi alrededor y noté que el lado de Sebastian estaba frío y ordenado. Me levanté mirando la hora del reloj -9:50 AM-, salí corriendo de la habitación para llegar a la entrada de la casa y abrí la puerta para ver a un Sebastian partiendo en su auto.

Ya se le estaba haciendo costumbre llegar a altas horas de la madrugada y luego al día siguiente partir temprano a su trabajo antes de que me despertara para evitar confrontarme.

Frustradamente volví a la habitación arrastrando mis pies, la verdad es que ayer estuve esperando a que llegara Sebastian para hablar con él, pero ese día estaba tan cansada por culpa del trabajo que el sueño me venció. No lo había sentido llegar, probablemente haya dormido en la habitación de huéspedes o tal vez ni siquiera había llegado a dormir y sólo llegó a cambiarse el traje.

Llevábamos tres años como novios y dos de casados, y desde hace algunos meses que nuestro matrimonio ha estado empeorando; primero empezaron con pequeñas discusiones para luego terminar gritándonos; después esperábamos el perdón de cada uno, pero nunca llegaba porque éramos muy orgullosos y tercos. Así era constantemente hasta que llegaron los últimos detonantes; empezaron las mentiras y llegadas en la madrugada. Cuando Sebastian llegaba lo esperaba con alguna explicación, sin embargo él simplemente pasaba de largo ignorándome o diciendo que había tenido mucho trabajo que hacer. Sabía cuando Sebastian mentía, lo conocía perfectamente, y el hecho de que mintiera me dolía.

Ese no era el Sebastian que yo conocía.

No quería pensar lo peor de él, y realmente quería creerle. Para aclarar mis dudas simplemente decidí ir a visitarlo en su trabajo, así no podría evitar darme las explicaciones que necesitaba.

Fui al baño e hice todo lo que tenía que hacer para luego bañarme, busqué en el closet mi vestimenta y opté por ir con una blusa junto a un pantalón negro con unos tacones del mismo color. Me maquillé un poco, me eché perfume, agarré mi cartera y partí con mi auto a la empresa de mi esposo.

Cuando llegué la recepcionista me saludó y me avisó que Sebastian se encontraba en su oficina, que era el último piso. Al llegar a mi destino me encontré con el puesto de su secretaria vacío, pero de todas formas entré a la oficina. Apenas entré, me encontré a un Sebastian sentado frente a su escritorio con la secretaria casi encima de él, tocando su corbata y sonriendo descaradamente. La mano de Sebastian se retiró de su cintura cuando me vio parada en la entrada de su oficina, su secretaria se alejó y se retiró de ésta sin antes de dirigirme una mirada satisfactoria. Miré a Sebastian con una cara de desconcierto y enojo, y lo único que hizo él fue apartar la mirada. Ahí fue cuando mis preguntas fueron respondidas por ese simple acto.

—¿Qué haces acá Emma? —me preguntó con su ceño fruncido, ignorando lo ocurrido.

—¿Así es como tratas a tu esposa cuando te viene a visitar al trabajo?

—Emma no estoy para juegos, tengo mucho trabajo que hacer —suspiró mientras se ponía a teclear en su computador.

—Pues no parecías estar muy ocupado hace unos minutos atrás con la suelta de tu secretaria —respondí indignada.

—¿Disculpa? Por favor te pido que respetes a mis empleados —me contestó de la misma forma.

—¿Cómo respetarla si ni ella puede respetarte sabiendo que estás casado? Dime Sebastian, ¿qué no es eso lo que hacen las putas? —dije más que cabreada.

—¡Suficiente! No permitiré que le hables de esa forma, si viniste sólo a hacerme berrinches retírate por favor y cierra la puerta cuando salgas —dijo fastidiado.

—¡Por Dios Sebastian eres mí esposo! ¡Y no estás actuando como tal al dejar que se te acerque de esa forma! —grité cansada—. Mira, sólo vine a...

Sebastian dejó de hacer lo que estaba haciendo para prestarme atención y eso me sorprendió.

—A... decirte que saldré de la ciudad unos días, iré a Atlanta a visitar a mi familia —bajé un poco la voz—, últimamente estos meses han sido horribles para mí y lo único que deseo ahora es alguien que me pueda escuchar.

No sabía de donde se me había ocurrido decir eso, el hecho de haberme encontrado con la escena anterior me afectó y simplemente dije lo primero que se me vino a la mente para huir de ahí. Vi cómo sus ojos me transmitían pena, pero no podía caer en ellos. Luego su mirada volvió a ser fría y calculadora como antes.

—Está bien, si eso es todo lo que tienes que decir puedes retirarte —dijo tajantemente y volvió a ignorarme para concentrarse en su computadora.

—Está bien —susurré y salí lo más rápido posible de ahí.

Stranger «s.stan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora