TERCER ENCUENTRO.
Es un sábado temprano por la mañana, el sol apenas empieza a aparecer por el horizonte. Me desperté desde las cuatro y treinta, pero en vez de intentar conciliar el sueño de nuevo me decidí a salir a caminar un rato por el bosque.
Avanzo a un ritmo moderado, sobre todo para que me sea posible observar cada planta, cada roca, cada árbol y cada cuerpo de agua con detenimiento. Analizo sus colores, todas las distintas gamas presentes, los sonidos, los olores, la brisa que mece con suavidad la copa de los árboles. Escucho los pájaros por arriba de mi cabeza, y a la lejanía distingo la cascada que solía visitar con gran frecuencia años atrás con mi padre; siento las rocas debajo de mis botas, percibo el olor tan característico de los pinos rodeándome por completo; instantáneamente, todo esto logra hacerme sentir en casa.
Paso por el río en el que desemboca la cascada, escalo varios montículos de rocas y consigo llegar a la cima, donde me recuesto sobre el pasto para ver todo desde una perspectiva más amplia aún. Observo el cielo a través de un claro que se levanta sobre mi, es de un azul ligeramente más intenso de lo normal – tomando en cuenta la hora que es. He de llevar alrededor de una hora y media caminando sin un rumbo definido, únicamente vagando por donde mis pies han decidido sin consultar a mi mente.
Cierro los ojos e intento olvidarme de todo lo que ha ocurrido estos últimos días – desde el día en que me encontré a aquel hombre en el bosque y lo que sucedió justo después, hasta las discusiones que tuve con mis padres este último par de días acerca de mi estado mental. "Esto va de mal en peor, Ava", me dijo mi madre. "Nos hemos hecho de la vista gorda durante años, pero está alcanzando otro nivel."
Y por otro lado, mi padre oponiéndose a tales afirmaciones, asegurando que me encuentro en perfecto estado. "Tu hija está bien, Mónica. No es necesario hacer una tormenta en un vaso de agua, ya está yendo con el doctor", espetó en un momento de desesperación.
Tal discusión resurgió por otro episodio que tuve un par de noches luego de lo ocurrido en el bosque, sin embargo éste dejó mayor impresión que los pasados ya que me desperté gritando, bañada en sudor y en lágrimas, como hacía mucho tiempo no lo hacía. La peor – o mejor – parte es que no recuerdo nada de lo que pude haber estado soñando. Sólo recuerdo haberme despertado de madrugada ante la mirada desorbitada de mis padres, quienes de inmediato corrieron a mi habitación luego de oírme gritar y llorar.
Es lógico pensar que hay algo mal conmigo, incluso yo lo creo. No sé cómo es que mi padre está tan convencido de que todo está bien; quizá sea el miedo disfrazado de optimismo.
"Sólo necesitas descansar, quizá logremos que el doctor te permita tomar un par de medicamentos y así dejes de pensar en tantas cosas, hija", fueron sus palabras a la mañana siguiente.
Por un lado tal vez tenga razón, tal vez soy yo misma quien me pone en ese estado, y tal vez esté en mi cambiarlo. O tal vez no; puede ser que necesite ayuda, pero ni su orgullo ni el mío me permitan buscarla.
Otra interrogante que surge en mi es ¿está en lo correcto el doctor Payne, hablando de su postura contra los medicamentos? De cierta forma pienso que éstos podrían no ser suficientes, quizá sea algo más, quizá sea algo tan profundo en mi mente – o incluso más allá – que se le escape a la medicina física de las manos, y es por esto que Payne decidió tomar otro camino.
Cualquiera que oyera mis pensamientos justo ahora pensaría que estoy drogada, estoy segura.
De pronto un crujido me trae de vuelta a la realidad, obligando a enderezarme con rapidez. Sin embargo el susto no dura mucho, ya que a mi espalda aparece Lucca, un muchacho alto y atlético con el que usualmente me encuentro en mis excursiones por el bosque. Podría decirse que somos amigos, aunque en realidad sólo hemos entablado charlas triviales sobre ciertos temas; es más una amistad de excursiones que otra cosa. Me agrada, pero no he tenido la oportunidad de tratarlo fuera de aquí.
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CONTACTO.
Ciencia FicciónAva descubre lo que hay detrás de sus sueños, guiándola a un sinfín de preguntas aún por responder. Cada respuesta lleva a varias posibilidades, varios destinos, pero es ella quien debe decidir el suyo.