Bien, estoy fine.

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La maldita hipocresía.

Así se llamaba la historia que Orli estaba escribiendo para la clase de lenguaje. Había cambiado el título muchas veces, tratando de que sonara más suave, ¿pero por qué? Así mismo ella estaría siendo hipócrita, ya que su escrito era una bomba de clavos.

Orli estaba decepcionada de sus amigos (si es que se le pueden llamar así). Sus compañeros de clase, aún más unidos estaban, pero no a ella. Sus amigos de internet ya no se podían llamar amigos, ya que se habían olvidado de sus historias y de ella.

Ya no quería vivir más en un mundo donde el amor era hipócrita.

El chico que le gustaba la insultaba cuando podía, se metía con globos y sin querer--o bien sea queriendo--, la explotaba a ella.

Nada es como era hace un año, pensó Orlina, decepcionada de sí misma y de las personas que dijeron que la querían. QUE MALDITA HIPOCRESÍA, escribió en su cuaderno, y las gotas saladas de sus ojos adornaron las letras con delicadeza.

Podía alejarse, pero si ellos eran una monedita, ella era masoquista.

Los sollozos que cantó su garganta bastaron para que su mamá fuera alarmada a su habitación y tocara la puerta con fuerza.

--Mi bien, mi sol, ¿qué sucede?

Orlina limpió sus lágrimas; agarró el celular y escribió un "¡hola amigas!"; sonrió tan grandemente que su alma gritaba--¡mentira!--y abrió la puerta.

--Estoy bien, mamá, estoy fine--levantó su pulgar y volvió a cerrar la puerta.

Fue y revisó la pequeña pantalla buscando calidez, pero lo que encontró fue frialdad.

Nadie contestó en horas. Orlina supuso entonces que nadie le contestaría en días.

Cuando Marte iluminó al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora