Prólogo

126 20 4
                                    

Quizá mi mundo nunca fue honesto, probablemente el cincuenta por ciento de las cosas que sé, no son verdad y el noventa por ciento de las cosas que no sé, son mentira. Teniendo en cuenta todos estos porcentajes puedo caer en la cuenta de que, el hecho de que yo no sea la única que ha cometido estos errores me calma un poco el remordimiento, aunque el cien por ciento de todo lo que le dije haya sido falso.

Es curioso notar que las personas siempre anhelamos lo que no tenemos, es una especie de círculo vicioso que nos lleva a cometer un sinfín de equivocaciones por cosas banales. Se podría decir que el hecho de vivir en Nebraska, o Nebraska en sí misma, era una representación de ello que me abofeteaba constantemente.

Todos los que conocía deseábamos más de lo que teníamos y no hacíamos nada para cambiarlo, y si lo hacíamos, lo hacíamos de la manera más estúpida y deshonesta posible, por lo que, realmente siempre nos quedábamos en el mismo punto, y esto desde hacía años.

Resumiendo, la estupidez era algo de todos los días, aunque mi estupidez sobre pasaba los límites.

Saben, él era un tipo increíblemente atractivo, lo conocí cuando tenía quince años, y para ese entonces era el chico más lindo de nuestra clase, todas se peleaban por él, excepto yo, quizá eso fue lo que le llamo la atención, efectivamente yo no era la niña más linda de la escuela, aun así, él decidió que yo sería "Su chica", el hecho es que mientras más lo recuerdo, menos entiendo mi reacción, él no era un buen tipo, mejor dicho, no lo es, o a lo mejor, ya no me lo parece.

Puedo asegurar que había muchos otros chicos más amables y atentos, pero ya saben, las hormonas no se alborotan por el alma, sino por el cuerpo.

Realmente no me avergonzaba de recordarlo día y noche después de nuestra ruptura, hasta que lo conocí, yo tenía dieciocho años en ese entonces y un corazón extremadamente joven y destrozado.

Él siempre quiso ser médico, por lo que cuando decidí contarle acerca de mi corazón roto, me aseguró que sabría cómo suturarlo, y yo acepté sin rechistar, aun sabiendo que era algo que debía cerrar sola,  sonrío cuando lo recuerdo, él era bastante alto, con ojos esmeraldas y espalda ancha, era lindo y mis ahora inexistentes rollitos también lo eran, ¡Éramos el uno para el otro, joder!, aún me causa gracia ese pensamiento, aunque por ello inicio la catástrofe, mi catástrofe.

El problema es que, ahora, a mis veintitrés años, ya no pensaba en los ojos azules de aquel idiota de diecisiete años, ahora pensaba en el idiota de ojos verdosos de veinticinco años que me había mandado a volar hacía unas semanas.

La realidad es que, hoy por hoy, reírme de mis errores es lo único que me hace sentir menos desgraciada y calma en cierta medida mi tristeza.

Saben, el fondo, creí que su amor era infinito, creí que lo soportaría todo.

Y ahora me doy cuenta de que todo hubiese podido ser distinto si le hubiera dicho la verdad.

No Debiste Hacerlo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora