diez

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Dos meses han pasado ya; las cosas se han regulado, solamente un poco. 

Pesadillas sigo teniendo, pero de vez en cuando. Creo que por lo menos, tengo una, una vez a la semana. El atrapasueño funcionaba de maravillas, y trataba de que mi hermana durmiera conmigo para que ella no tuviera pesadillas; mi madre... ella pensaba que era una tontería pensar en un artefacto así. Que las cosas no iban a arreglarse como por arte de magia por una cosa con lana y plumas. 

Mi madre era la que más había cambiado. Su estados de ánimos viajaban de un extremo al otro. Podías encontrarla muy amable en las mañanas, pero cuando llegaba la tarde o la hora del almuerzo, se ponía irritable; no dejaba que nadie tocara lo que ella estaba haciendo ni de que alguien hiciera algún ruido. Habían veces en que jugábamos con mi hermana y reíamos, pero mi madre llegaba y nos hacía callar inmediatamente. 

Después, cuando llegaba la noche, la encontrábas llorando observando la fotografía de mis padres cuando se casaron. He pasado toda mi niñez observando aquella fotografía, deseando que mi cuento de amor fuera como el de ellos. Nunca en mi vida vi a mis padres pelear. Siempre se demostraban amor; se acariciaban, se daban un apretón en las manos cuando almorzábamos, se besaban cuando mi padre iba al trabajo. En mi casa siempre se inhalo el amor, estaba impregnado en el aire.

Y ahora, ahora es como si inhalaras tierra. Cuando llegas no encuentras la misma vividez que había; mi hermana ya no llegaba hacia la puerta corriendo y luego se va de la misma manera, ya no se encontraba el olor a café para mi padre, el pan recién hecho. Todo había cambiado en tan poco tiempo que aún no lograba acostumbrarme. 

En estos dos meses, había reunido el coraje suficiente para ir a la casa de Caspar. 

Su madre estaba tan feliz de verme que hasta unas lágrimas bajaron por sus mejillas, y me abrazo. Me abrazcó como nunca antes lo había hecho. 

Y yo sentía unas ganas de llorar con ellas, de dejar salir las lágrimas que he estado guardando todo este tiempo. Sentía una presión enorme en el pecho que lo único que quería era que se fuera. 

Pero no dejé que las lágrimas salieran, solamente le acaricié la espalda una y otra vez, de arriba y hacia abajo. 

Me invitó una taza de café (que yo acepté alegremente) y al sentarme en la mesa, un cuerpo pequeño se acercó hacia mi. Era su hermana pequeña, Emilia. 

Y verla a ella, era como ver a Caspar. Sus cabellos dorados y sus ojos ojos azules eran los mismos que los de Caspar, y que los de su padre. Su madre tenía el cabello rubio con ojos cafés mientras que su padre cabello castaño-casi-negro con ojos azules que parecieran que podían ver en tu alma, que podían ver a través de ti. 

En el instante en que llegó a mi lado, la abracé; ella rodeó sus pequeños bracitos en mi cuello y fundí mi rostro en su cabello largo y lacio. 

—¿Sabes cuando va a volver Caspar, Aubrey? —me preguntó Emilia con un tono de voz tan inocente, que casi rompí a llorar. 

Claro, ella no sabía. ¿Cómo una niña pequeña de tan solo cuatro años iba a tener idea de lo que significaba una guerra? 

Mi cuerpo se tensó de un segundo a otro y comencé a entrar en pánico. ¿Qué era lo que la Sra. Lee le había dicho a su hija para que no preguntara más por su hermano y por su padre? Mi vista rápidamente viajó hasta la señora, cabellos blancos comenzando a adornar sus raíces. Por la postura de su cuerpo, supe que ella también se había tensado. Su espalda estaba recta de una forma inhumana y su mandíbula estaba apretada. 

Suspiró. —Emilia, ya sabes que Caspar con tu hermano salieron a trabajar a las afueras, volveran cuando tengan que volver. Ahora anda a jugar, ¿si? Tengo que hablar una cosa con Aubrey —en su tono de voz se podía ver claramente que estaba irritada. Quizás cuántas veces Emilia había preguntado la misma pregunta. Pero también trataba de sonar dulce; usar el tono de voz con el cual la había conocido y había escuchado todo el tiempo en que estuve con Caspar.

Que estoy, seguimos juntos. 

La pequeña bajó su cabeza y se retiró, primero pausadamente y luego corriendo. 

No puedo negar que me dieron unas ganas de ir tras ella para darle otro abrazo; sé como se sentía. Es difícil estar sin un padre, más sin saber donde se encuentra específicamente. 

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Han pasado dos meses, casi tres. Nos encontramos ya en Noviembre, a finales de Noviembre. La Navidad está a menos de un mes, se acerca a pasos agigantados. 

Dificilmente este año la Navidad va a ser como las anteriores. Sin el ánimo de mi padre, todo es difícil.

Han pasado dos meses ya. Hemos sabido poco sobre el transcurso de la guerra; tampoco he sabido algo sobre mi padre, sobre Caspar o sobre algún otro integrante de mi familia. Dificilmente he vuelto a ver a mis tías o a mis primas.

Casi tres meses de agonía, de sufrimiento. Lo único que quiero saber es sobre como se encuentra Caspar, ¿está bien? Cómo está mi padre, ¿se encuentran juntos?

Todas las noches le rezo a Dios, a Jesús y a María. Les rezo para que cuiden a mi padre y Caspar y enciendo una vela cerca de una foto de ellos dos; mi madre igual lo hace.

Tienen que estar bien; si algo les sucede, moriré. 

love at war Donde viven las historias. Descúbrelo ahora