quince

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Después de que mi padre me diera la noticia, no lo podía creer. Al principio pensaba que se trataba de una evil broma; pero en su rostro no había ninguna señal de gracia. Estaba completamente serio y le creí; le creí porque pasó de estar un momento feliz, a punto de llorar cuando nos estaba abrazando y ahora me estaba diciendo esto... Sus ojos cafés expresaban nada más ni nada menos que tristeza

Sentía tristeza por mí; me llegó como una espada en el corazón. 

Pero a pesar de todo, una parte de mí aún no se lo creía. Volteé mi cabeza lentamente, respirando pausadamente. 

Caspar seguía abrazando a su familia; desde mi punto de vista podía ver que en los tres habían lágrimas de felicidad, felicidad de que se volvían a ver. 

Pero luego hice contacto visual con Emilia, y ella comenzo a tirar de la ropa de su hermano mientras con su mano contraria apuntaba en mi dirección. Su madre también me vió, y una sonrisa aparecía de a poco en sus labios. 

Pero en el rostro de Caspar había confusión. Aguantaba la respiración y no me importaba que mis pulmones pidieran a gritos por oxígeno. Cuando él pronunció la frase "¿quién es ella?" salí corriendo del lugar. Escuchaba los llamados de mi familia pero no les hice caso. Corría y corría sin pedirle perdón a las personas, creo que casi llegué a botar a algunas. Lágrimas corrían por mi rostro mientras mis pies se movían los más rápido que podía. 

Llegué hasta un lugar que nunca antes había estado, pero no me importó. Me senté en la vereda y expulsé todo. Mis sollozos se escuchaban por todas partes, retumbaban en las paredes. 

Después de aquello el tema de Caspar no se volvió a hablar nunca más en mi casa; recuerdo permanecer los primeros meses como un zombie. Apenas iba a trabajar. 

A mi padre al principio no le había gustado la idea de que trabajara pero me dejo hacerlo, ya que siempre le decía que el trabajo me hacía olvidar por unos minutos a Caspar. Pensaba en el día y noche; mi mente traicionera repetía cada uno de los momentos que vivimos juntos. Mi cuerpo tiritaba al recordar como me sentía cuando me acariciaba, me besaba, me hacia sentir amada. Despertaba a mitad de la noche gritando el nombre de Caspar. Mi padre era le primero en llegar y me atrapaba en sus brazos y susurraba que todo iba a estar bien. 

Con el paso de los meses, no volví a verlo nunca más. Me costó exactamente 17 meses y medio en volver a ser quien era antes, por lo menos un poco. Ya no lloraba todas las noches, pero mentiría si dijera que mi corazón no se apretaba al recordar su rostro, su voz. 

A mis veintiseis años era la única de mi familia que aún no estaba casada y sin hijos. Camila no contaba ya que tenía recién dieciseis años, pero si ya tenía un novio. Su nombre era Christopher y era un buen chico. Se podía ver a millas que ellos dos se querían bastante. 

A mis veintiseis años, llegó un hombre de veintidos años a trabajar. Su nombre era Ashton. 

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