5. Desiciones.

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Mis días no pueden empeorar, siempre nos maltratan y nos obligan a comer, en especial a mí.
Ya llevo tres semanas privada de mi libertad. Me hice amiga de Eva y Ava, contándonos nuestra vida y lo qué haríamos para salir de aquí.

-Deberíamos escapar, ¡no soporto estar aquí!- Dijo Ava con voz temblorosa.

-Sí, pero ¿cómo?, mira a todos esos hombres, son gigantes, no creo que podamos- Respondió Eva con un tono preocupado.

-Chicas- hablé captando su atención- ¿por qué no nos juntamos con los los demás niños e ideamos algún plan para escapar de éste maldito lugar? - Ambas asintieron- Está bien, iré a hablar con ellos- Me levanté y me dirigí hacia ellos, quienes estaban "jugando" a darse golpes.

Después de que los seis habláramos sobre la manera de escapar inventamos el plan, que por muy difícil que fuera, era nuestra única salida, al menos deberíamos intentarlo.

El plan consistía en que Ava, Eva y yo distraeríamos a los apresadores mientras Marco(el chico de gafas), Gian y Esteban(los chicos problema). Así los llamé yo, no tengo la culpa. Buscarían herramientas en la cabaña del jefe y romperían la cerca, para luego disimuladamente volver por nosotras y ser libres al fin.

Ya estaba tarde, así que decidimos comenzar mañana. No luché mucho en conciliar el sueño ya que estaba muy cansada.

***

Nos despertaron como de costumbre, con un fuerte grito y un empujón por parte de una señora amargada y malacarosa.

El plan avanzó al pie de la letra, aunque todos teníamos miedo, mucho miedo.

-¡Bien!, Eva, Ava y Felicia, nos veremos en media hora en la reja del norte, cuídense- Dijo Gian mientras todos nos cogíamos las manos tranquilizandonos- ¿están preparados?- Asentí conmigo mientras los demás decían al coro un sonoro "sí".

Las chicas y yo emprendimos camino al lugar donde la mayoría de los que tenían las armas se la pasaban bebiendo cerveza y manoseando mujeres.

-Hola- dijimos las tres al coro, mirando con ojos de lince al jefe de guardias.

-Hola, linduras- su mirada me dió asco, era repugnante y sucia- ¿quieren estar con nosotros un rato? La pasarán muy bien, dulzuras- dijo estirando la palabra "muy" con un tono perverso y morboso.

Los que estaban al rededor comenzaron a reír y uno de ellos jaló a Eva del brazo haciéndola sentar en su regazo, me susurró que todo iba a estar bien, y soportó el toqueteo de aquel hombre que estaba pasándose con las caricias.

-Hola, Raúl- hice la mejor sonrisa fingida que pude hacer cuando estaba frente a él. Me miró y me dedicó una sonrisa pícara la cual respondí sentándome al lado de él.

-Hola, preciosa- me escondió bajo sus enormes brazos y me empezó a sobar las mejillas con sus dedos. Quise llorar, pero debía ser fuerte.

Perdí a Ava de vista, así que supuse que ya la habían escogido para hacerla sufrir.

Fueron así varios minutos, estábamos siendo tocadas, no se habían propasado demasiado, pero aún así quería patearle la entrepierna y volver a los brazos de mamá. Una lágrima rodó por mi mejilla, nadie se dió cuenta, pues estaban mirando un punto fijo, la cabaña más grande.

Tenía humo, los chicos la habían incendiado, no lo podía creer, pero no los veía, me empecé a asustar.
Raúl me tiró al piso y salió corriendo junto a los otros hombres.

-¡Eva!¡Ava!- no las veía por ningún lugar. Todo fue muy rápido, mis mejillas estaban empapadas, no sabía desde cuándo, no veía a las chicas, quedé sola, el humo seguía saliendo. De inmediato me levanté y sentí unos brazos rodearme, me giré y ví a las muchachas tan o más asustadas que yo.

-¡Cogieron a los chicos!- dijo Eva y sentí que todo se vino abajo.

-¡No, no, no, no! No puede ser- empecé a llorar muy fuerte.

Lo que pasó después me dejó en shock, se escucharon disparos, ví a Ava en el piso con sangre rondandole la cabeza, Eva estaba gritando, pero yo no la escuchaba, no oía nada prácticamente, sólo mi corazón latiendo con fuerza y mi respiración agitada quise hablar pero la voz no me salía, no pude reaccionar, no cuando escuché un último disparo, giré a ver de dónde provenían, mi mirada se encontró con los tres chicos, golpeados, estaban bañados en sangre, Marco estaba inconsciente.

-¡Felicia, cuidado!- gritó Gian, no alcancé a reaccionar cuando un gran puño se estampó contra mi mejilla, caí al suelo, no me podía mover. ¿se acuerdan que dije que no sentía nada? Pues al carajo, empecé a sentir fuertes puntadas en el estómago, todo estaba borroso, había sangre en mi ropa, mi mejilla ardía y todo se volvió tenue.

PESADILLA SIN FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora