I SE EQUIVOCAN DE PUERTA

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I SE EQUIVOCAN DE PUERTA


ESTA una historia sobre algo que sucedió hace mucho tiempo, cuando tu abuelo era niño. Es una historia muy importante, porque relata cómo empezaron todas las idas y venidas entre este mundo y la tierra de Narnia.

En aquellos días el señor Sherlock Holmes aún vivía en la calle Baker, y los Bastable


buscaban tesoros en Lewisham Road. En aquellos días, si hubieras sido niño, habrías tenido que usar todos los días el cuello duro de Eton*; y los colegios eran, por lo general, más antipáticos que ahora. Pero la comida era exquisita, y en cuanto a los dulces, no te diré lo baratos y buenos que eran, porque se te haría agua la boca en vano. Y en aquellos días vivía en Londres una niña llamada Polly Plummer. La casa de Polly formaba parte de una larga hilera de casas pareadas. Una mañana había salido al huerto, cuando de pronto un niño trepó desde el jardín vecino y asomó su


cara por encima de la tapia. Fue una gran sorpresa para Polly, puesto que hasta entonces


nunca hubo niños en esa casa, sino solamente el señor y la señorita Ketterley, hermano y


hermana, un solterón y una solterona que vivían allí juntos. De modo que miró hacia arriba, muerta de curiosidad. El niño desconocido tenía la cara sumamente sucia. No podía tener más mugre, aunque se hubiera restregado las manos en la tierra, y luego hubiera llorado a


mares, y después se hubiera secado la cara con las manos. En realidad, eso era casi


exactamente lo que había hecho.


-Hola -dijo Polly.


-Hola -saludó el niño-. ¿Cómo te llamas?


-Polly -respondió ella-. ¿Y tú? -Dígory

-contestó el niño.


-¡Oye, qué nombre tan divertido! -exclamó Polly.


-Mucho más cómico es Polly- replicó Dígory.
-No pienso -dijo Polly.


-Claro que sí -insistió Dígory.


-Como sea, por lo menos yo me lavo la cara -repuso Polly-, que es lo que tú deberías hacer, sobre todo después de...


Se interrumpió. Iba a decir "después de haber estado lloriqueando", pero pensó que


no sería muy cortés.


-Está bien, así es -dijo Dígory, en voz mucho más alta, como un niño que tiene tanta


pena que no le importa que sepan que ha estado llorando-. Y tú harías lo mismo -prosiguió-, si hubieras vivido toda tu vida en el campo y hubieras tenido un mampato, y


un río al fondo del jardín, y de repente te trajeran a vivir en un maldito pueblucho como


éste.


-Londres no es un pueblucho -replicó Polly, indignada.


Pero el niño estaba demasiado dolido para prestarle atención a ella, y continuó:
-Y si tu padre hubiera partido a la India..., y tú hubieras tenido que venir a vivir con


una tía y con un tío que está loco (¿qué me dices?)..., y si la razón fuera que ellos están


cuidando a tu madre..., y si tu madre estuviera enferma y fuera a..., fuera a..., a morir...


Y puso esa cara tan rara que uno pone cuando está tratando de tragarse las lágrimas.


-No lo sabía, perdóname -dijo Polly, humildemente.

El sobrino del mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora