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Era una mujer fantasma que sobrevivía con palabras.
Ese era su único alimento.
Un mensajero las transmitía desde una isla.
Palabras precisas, una esperanza, una puerta que abría todas
las puertas.

La mujer fantasma no sabía que era fantasma.
Ni lo mucho que necesitaba esas palabras.
Una mujer dentro de ella que estaba viva las escuchaba.

El mensajero sabe que es imposible llegar a ella.
Nadaría miles de horas, sin brújula interior.
La vería cara a cara, pero todo sería en vano.
Porque buscar a la mujer dentro de la mujer fantasma
es caminar miles de pasos sin luz, sin música.

Por eso la isla es el último día del mensajero.
El poema repetido una y otra vez.
El que alimenta la vida de la que ya no existe.  

  Fotografía: Simone Betz  

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  Fotografía: Simone Betz  

FANFICTION - Diario de Sabah (La estrella de Haruna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora