Capitulo 32

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Habían pasado algunos días en lo cuales, Chris ni yo hablábamos para nada. Y Emma... estaba enojada conmigo. ¡Si yo era una tonta profesional!
No tenía por que tratar así a Emma... y mucho menos a Chris. De verdad, estaba arrepentida, no me había dado cuenta la cantidad de palabras hirientes que había salido de mi boca.
Pero era lo mejor.
Como lo había lastimado en ese momento, lo podría hacer más adelante y no quería aquello. ¡No quería lastimar a Emma, ni a Chris!
Me senté en la mesa para desayunar, pero ninguno de ellos, me miro siquiera. Estaban riendo y jugando, ignorándome completamente.
- Vamos, Emma, te llevo al colegio –Dijo Chris dándole un beso en la frente-
- Si –Se levantó de la mesa y fue por su mochila-
Me quede allí sentada, pagando las consecuencias de mi estupidez mientras los veía irse. Emma me miro desde la puerta y salió de allí.
El labio inferior me comenzó a temblar y los ojos se me llenaban de lágrimas. Quería a esa pequeña, tanto...
¡Y había reaccionado como la peor!
Me senté en el sofá suspirando y secando mis lágrimas, era lo mejor. Alejarme de ellos.
Luego de unos minutos, Chris estaba regresando para buscar sus cosas e ir a su nuevo trabajo.
Ni siquiera me miraba, pero yo si a él. La verdad su actitud me ponía los pelos de punta. ¿Pero que podía hacer?
Merecía como el me trataba.
- ¿Qué me ves? –Preguntó a la defensiva-
- Lo imbécil, que eres –Dije molesta-
- Me tienes cansado –Se movió por la casa-
- ¡Vete al infierno!
Enojada, frustrada... me senté en el sofá. Con el ceño fruncido... una cosa es que yo me hubiera portado de lo peor. ¡Y otra que él me tratara así!
Se sentó en el sofá junto a mí, mientras se colocaba sus zapatos.
- ¡Muévete, no te quiero cerca de mi! –Dije cruzándome de brazos-
- Pues lo siento... este es MI sofá.
Fruncí el ceño y apreté los dientes... tenía razón. Aquel era su sofá, su mesa, su cocina... ¡Su casa! Y yo estaba allí de prestada.
Y ya era tiempo de volver a mi realidad. Tenía que volver a mi casa, y arreglar las cosas con mi padre.
Volver a ser la Dulce que era antes.
O que fingía ser.
Y olvidarme, de una vez por todas, de aquellas dos personitas que me robaron el corazón.
- tienes razón, es tu casa y no tengo nada que hacer aquí –Me levanté ofendida-
- No Dulce-Me tomo del brazo- No quise decir eso... sabes muy bien, que a pesar de todo, puedes quedarte el tiempo que sea necesario aquí...
- No te preocupes –Me solté y seguí caminando- Ya fue suficiente tiempo.
Me encerré en la pieza de Chris, la cual, ocupaba yo en esos momentos y Chris se dedicaba a dormir en el sofá.
Ya había pasado suficiente tiempo, tenía que volver a mi casa, mi lugar...mi vida.
Pero antes, debía disculparme con Emma, no podía estar peleada con ella.
Luego de algunos minutos, tenía mi maleta hecha y estaba sentada en el borde de la cama, y así estuve varios minutos.
Luego lentamente me fui recostando en la cama, hasta quedarme profundamente dormida.
No sabía en que momento me había dormido, pero desperté cuando sentí la puerta de la calle abrirse.
De seguro Emma, había llegado.
Miré la maleta suspirando, y salí hacía la sala.
- Emma –Me acerqué a ella-
- Hola –Dijo sin mirarme-
- ¿Podemos hablar?
- Si
Nos sentamos en el sofá y no pude evitar acariciarle el cabello.
- Perdóname, perdóname, chiquita yo no...
- no importa, Dulce
- ¡No! Si importa, soy una bruta. –Medio sonreímos- Perdóname, no quise decir nada de eso yo... te quiero muchísimo –Suspiré y la abracé- ¿Me perdonas?
- Mmm
Le comencé a hacer cosquillas, haciendo que las dos comenzáramos a reírnos sin poder parar.
- ¡Espera Dulce! –Dijo entre risitas-
- ¡No! Perdóname
- ¡Te perdono! –LA solté y la mire sonriendo- Y te quiero mucho
- Yo también, Emma... yo también –La abracé y luego volví a separarme- Hay otra cosa
- ¿Qué?
- Yo... voy a volverme a mi casa –Dije con tristeza-
- ¡Que! Pero... ¿Por qué?
- Por que mira, mi vida, es hora de que vuelva. ¡Pero te prometo algo!
- ¿Qué? –Preguntó con desgana-
- Que hablaremos por teléfono TODOS los días y te voy a visitar, muuuuuuuuy seguido. ¿Shi?
- ¡Shi! –Rió y me abrazó- ¿Ya te vas?
- No, aun queda tiempo
Las dos con una sonrisa, pasamos una de las mejores tardes. Nunca iba a olvidar aquel momento.
Jugamos, reímos... nos divertimos ¡TANTO!
Miré la hora, ya pronto llegaría Chris y lo que menos quería era encontrarme con él. Suspiré y tomé mi bolsa.
- Ya me tengo que ir
- Te voy a extrañar
- ¡Y yo Emma... muchísimo! –Dije con emoción-
Me separé de ella y trate de contener las lágrimas, no iba a llorar. Respiré hondo y la volví a besar.
Me dirigí a la puerta y antes de irme, volví a mirar a la pequeña.
- TE quiero mucho
- Yo también, Dul

Me giré dispuesta a irme, cuando una vocecita me interrumpió.
- ¡Dulce!
- ¿Qué?
- ¡Llámame!
- Lo haré
Salí de allí y no pude evitar romper a llorar... ¡Como los iba a extrañar! Pero era lo mejor, no iba a volver a cruzarme en el camino de ellos.
No iba a volver a arriesgarme.

***

Suspiro y siguió su camino, lo próximo, sería lo más difícil. ¿Cómo reaccionaría su padre, cuando la viera de nuevo?
¿Y ella? Iba a poder volver a hacer como antes... como si nada hubiera pasado. Como si tantos años de rechazo por su padre, no la hubieran afectado.
No sabía, y era algo que tenía que afrontar y resolver.
Llegué a la mansión y al saber quien era, los guardias la dejaron pasar. Miro el jardín con admiración, como había extrañado aquello.
Paso por la sala y se cruzó con Maite, así que decidió ignorarla. Al pasar por uno de los muebles no pudo evitar tomar en manos una foto donde ella y su padre estaban abrazados.
El labio inferior le tembló y comenzó a llorar. Cuanto hubiera dado por que fueran una familia normal. Pero estaba más que dispuesta a poder reconstruir esa relación, a hacer todo lo posible por ser la hija perfecta por ser felices.
- Dulce –Escucho la voz de su padre-
Se giro con miedo, y vio una imagen de su padre que nunca pensó llega a ver. Estaba destruido, y para colmo... ¿lloraba?
Nunca había visto a Martín Reverte llorar, y tampoco en ese estado. Ella también lloraba, así que sin pensarlo dos veces, corrió a abrazarlo.
- ¡Papa!
Sintió los brazos de su padre rodearla y rompió en llanto, cuanto necesitaba de su abrazo. ¡Cuantas veces los había necesitado!
Pero allí estaba él, abrazándola, dándole la seguridad que había necesitado tanto tiempo.
- Dios, mi chiquita, perdóname... por favor –Susurro abrazándola-
Dulce se apretó contra él, tenían que aclarar tantas cosas. Pero para eso había tiempo, mucho tiempo.
Ahora solo necesitaba disfrutar del abrazo que había esperado tanto.

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