Tarde

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¿Yo de verdad le hice eso? Se cuestionó abriendo los ojos algo tembloroso, levantando la mirada a quien estaba descansando a su lado.
Sus manos temblaron ligeramente, pero no podía detenerse, no era nada… Faltaba más por saber.
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Supongo en un momento terminé por cansarme de sus lloriqueos y simplemente lo saqué a patadas de mi oficina, dejándolo en el corredor con la basura hecha pedazos a su lado. No había nada divertido en los ruegos repetitivos, era tan común que era cliché.
Las horas pasaron, estaba lo suficientemente distraído con el papeleo de la industria que no noté la presencia del oso azul dentro de mi despacho. Levanté la vista desinteresado, bajándola otra vez a los papeles.

- ¿Qué pasa oso? – Estaba algo calmado, debía golpear a Flug más seguido, era una buena forma de desestresarse.
Escuché apenas un gruñido de parte del animal y luego una campanita, desde que demencia le había dado la cosa esa había aprendido a utilizarla para comunicarse.No sabía hasta qué punto le importaba lo que el oso quisiera comunicarle.

Se puso de pie, se acercó a la mascota y la empujó fuera del cuarto, cerrando la puerta tras de sí para encaminarse junto a él al comedor, para haberse levantado tarde por lo menos tenía todo listo a tiempo…

¿Qué se sentiría golpear a 5.0.5?

Al llegar la lagartija que llamamos Demencia se lanzó sobre mí, abrazándome por el cuello. Si fuera humana ya la habría golpeado hasta matarla, pero hacerlo ahora sería un desperdicio… Robot barato.
Luego de que por fin me soltara la desgraciada pude sentarme a la cabeza de la mesa como cada día, pero algo llamó mi atención y despertó mi enojo otra vez. ¿Dónde estaba el bastardo de Flug? ¿Se atrevía a no comer con ellos? No es como si fuera algo raro en él, pero eso no viene al caso.

Golpee la mesa con ambos puños, poniéndome de pie de inmediato. Los otros dos se miraron entre sí, sabían de lo que era capaz… 5.0.5 sabía que le había hecho al niño y qué le haría ahora. Tomó a Demencia en brazos y salió corriendo. Cobardes inútiles.
Caminé a lo largo del pasillo, sin expresión alguna en el rostro y con las manos cerradas tras mi espalda, ¿Qué diferencia hay entre mi “yo” serio y mi “yo” molesto?

Simple, uno acaba con tu vida y el otro te grita.  Cuál es cuál es el gran enigma.

Apenas estuvo frente a la puerta del sótano, en el cual estaba el laboratorio, dio un suspiro y abrió la puerta con calma, una calma que le helaría la sangre a cualquiera. Miró todo a su alrededor, silencio. Caminó por el cuarto escuchando la suela de sus zapatos resonar en sus oídos, más silencio.
Un carraspeo de molestia que poco a poco se convirtió en un fuerte gruñido monstruoso fue lo que inundó la mansión. El amo del lugar no dudó en transformarse en la primera bestia que se le cruzó, rodeado de fuego y con los colmillos más largos que nunca, el enojo en su interior solo aumentaba con cada paso en dirección a la habitación del científico.

Se quedó quieto frente a la puerta, respiraba pesadamente, movía las uñas impaciente por ver con qué cara lo recibiría ese irresponsable empleado. Poco a poco volvió a su forma “normal”, o al menos la que el público conocía a la perfección, y dio un pesado suspiro, abriendo la puerta con la cabeza gacha en un extraño signo de respeto por la privacidad ajena.
Al levantar la cabeza se dio con el menor sentado en la cama, sentado en posición fetal mientras se miraba algo, o mejor dicho evitaba mirar a alguien. Un par de pasos fueron suficientes para estar frente a su subordinado, con la mirada molesta en espera de una respuesta, una palabra, algo que le diese el pie a decirle…

A golpearle

-J-Jefecito… Yo-
- ¿Por qué no estás trabajando? -
-Es que…-
-No te pago para estar encerrado-
-Pe-pero… Y-Yo… Mi cuerpo- trataba de excusarse rápido, qué patético
-Yo, yo y más yo, qué egoísta puede ser a veces doctor, ¿No ha pensado en lo que le está haciendo a Demencia y el oso? - el bajó la cabeza, juntó sus manos nervioso. –Estaban tristes sin ti en la mesa, y tú solo pensaste en ti mismo-
-No! ¡Yo estaba! -
-Estabas encerrado sin importarte cómo se sentirían esos dos. –

Dio un leve suspiro, su cuerpo temblaba y no paraba de jugar con sus dedos. Es imposible no explotar mentalmente a este chico, aunque cuando era más fuerte solía ser más divertido… Ahora es insulso… Inútil
-Usted me lastimó y no puedo moverme- Lo dijo en voz baja, pero usó un tono de seguridad, vaya, ese fue su segundo error.
-Lastimarte? ¡Ahora sabrás lo que es estar lastimado! –

Lo tomé del cuello y azoté contra el respaldo de la cama, jadeó, nada mejor que un golpe en el cráneo para desorientar a alguien. Apreté su cuello y enterré las garras a los costados de éste, alejando lentamente mis pulgares de éste para llevar mis garras de su nuca hasta su yugular, parando poco antes de tocar siquiera aquella arteria. No era tiempo, aún no.
Arrastró al subordinado por el pasillo, llevándolo hasta la sala principal, una fuerza atrajo a sus otros dos sirvientes y los aprisionó en la pared. Tenía el escenario y la audiencia, era hora del espectáculo.

El científico se vio a si mismo encadenado al suelo, se rostro demacrado al aire no tenía expresión más que el miedo, el miedo en su forma más pura se reflejaba en las pupilas de aquel prodigio chico. Sus ojos viajaban de un amigo a otro, Demencia comenzó a negar frenéticamente y 5.0.5 no contuvo sus lágrimas.
¿Qué sucedía? Levantó la mirada y de inmediato se dio cuenta de su error. La mano de su jefe se encontraba en alto, un látigo en su mano con puntas de metal, aquel último detalle se hizo visible cuando golpeó contra la pálida piel del chico.

Un grito inundó el cuarto, seguido de otro y otro más, gritos y latigazos se escuchaban, nadie decía nada, Flug solo gritaba y lloraba, BH reía y azotaba, 5.0.5 lloraba a mares y Demencia no podía quitar la vista, solo se mordía el labio inferior aguantando sus propias lágrimas.

-Jajajaja! ¡Vaya inútil! ¿¡Ni siquiera puedes rogar compasión!?- Golpeó su cabeza con el mango del látigo. –Dime! ¿¡Qué tienes!? –
-J-Jefe ah! Due-duele! -
-Uh~ Al pequeño prodigio le duele?... ¡Si tanto te duele… GRITA! - La sangre voló más lejos con ese último latigazo, el metal se había clavado en la piel del chico y le había arrancado parte de ésta.
-Je… Fe… Yo…- Estaba más débil.
-Qué pasa? ¿La señorita está cansada? - Lo pateó y giro en el suelo, colocando un pie en su entrepierna. Un grito salió de la garganta ajena, tan agudo y fuerte que cualquiera creería que se desgarró la garganta. –Grita! ¡Eso es! Tu decidiste esto pequeña rata… ¿Por qué? ¿Por qué el inútil se quedó? -
-Porque… Porque…-
-DILO MALDITA MIERDA! -
-Te amo! -

El silencio cerró la tarde

ForgottenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora