Capitulo 1

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...no he podido esta vez, vuelvo a no ser, vuelvo a caer. Qué importa nada si yo, no sé reír, no sé sentir

"¿Quién me asegura que algún día estaré bien?
¿Quién me asegura que he de volver?
Porque pensé que mi vida iba a estallar
Porque encerrada en mi mundo ya no daba más.

Escucha como tapo mi boca con mis miedos
Escucha como camino descalza de alegrías por un sendero
Parte de mí se refugia después de gritar
Parte de mí se asusta al hablar.

Entonces me doy cuenta que me hundo en un abismo inexplicable
Entonces me doy cuenta que esto ya se hace incontrolable
Mira a esta princesa que nada hace por ella
Mira a esta princesa que mucho da por cambiar todo a una situación bella."

Amaneció temprano, serian poco más de las siete. Los pequeños rayos de luz se fueron filtrando en la habitación de Dulce. La joven se despertó sobresaltada, gotas de sudor y de lágrimas recorrían su hermoso rostro... otra vez... Otra vez la misma pesadilla de siempre. ¿Es que nunca aprendería a vivir sin ello? ¿Por qué cada vez que conocía a un hombre la tenían que volver las pesadillas? Odiaba esa maldita noche de hacía ya tres años y odiaba a todos los hombres. ¿Por qué le había tenido que pasar esto a ella?

El olor a café recién hecho la despertó de sus pensamientos, se levantó un poco mareada por la pesadilla, se dirigió al baño y se miró en el espejo, estaba horrible. El color de su cara se había marchado, estaba pálida. La frente la tenía sudorosa y los ojos llenos de lágrimas. Se miró unos segundos más y se metió en la ducha. Pequeñas gotas de agua caían sobre sus mejillas. No, no era agua, eran sus lágrimas. Esta pesadilla nunca acabaría, ojalá pudiera levantarse un día y borrar todos los malos recuerdos.

Minutos después Dulce salió de la ducha, se puso una falda beige, sus botas preferidas y una camisa de color negro, se envolvió una bufanda a su cuello y agarró el abrigo, se dio cuenta que algo la faltaba. Sus carpetas. ¿Se las habría dejado en el trabajo? No puede ser, si ayer las llevaba cuando... ¡Oh, no! ¡Se me cayeron al chocarme con ese tipo! Dulce salió de la habitación, saludo a su abuela con un seco "buenos días" y se sirvió un café muy cargado. No le dio tiempo a llevarse la taza a la boca cuando sonó el timbre. ¿Quién sería a estas horas? Era demasiado pronto para que llegase alguien. Hilda se dirigió a la puerta pero Dulce la paro cogiéndola la mano.

Dulce: No te molestes abue, ya voy yo.

Hilda no contestó, solo le regalo una cálida sonrisa a la que Dulce respondió guiñándole un ojo. Conocía a su nieta como si fuera su propia hija y sabía que las pesadillas habían vuelto. Le dolía tanto ver a su nieta sufrir, le partía el alma. El timbre volvió a sonar, "que impaciencia" pensó Dulce.

Al abrir la puerta el color que minutos antes había vuelto a sus mejillas al entrar en la ducha, volvió a desaparecer de su rostro. La cara le cambió completamente. ¿Era miedo? ¿Miedo por qué? Si estaba en su propia casa, si pasaba algo solo tendría que cerrar la puerta y ya estaría a salvo. Pero ese hombre sabía donde vivía. Dulce comenzó a temblar. La persona que esperaba en el rellano, alargó su mano en gesto de presentación.

Hombre: Buenos días señorita, soy Christopher, Christopher Uckermann.

¿De qué le sonaba el apellido Uckermann? Era tan familiar...

Dulce: Yo soy Dulce.

Se dieron un leve apretón de manos y Christopher sonrió.

Dulce: ¿Qué le trae por acá?

Christopher: Ayer... bueno anoche cuando usted y yo chocamos... bueno a usted se le cayó esto.

Chris le ofreció las carpetas. Los ojos de Dulce se abrieron como platos. El las recogió cuando se fue y se las había traído a su propia casa, se había confundido con él, parecía un buen tipo. Pero eso no le quitaba su miedo. Dulce cogió las carpetas. Christopher volvió a notar la misma mirada de miedo que la pasada noche.

Dulce: Gracias.
Christopher: Perdón que me entrometa, pero vi que trabaja en la revista Cosmopolitan.

¿Cómo se atrevía este hombre a venir a mi casa y a meterse en mi vida? ¿Qué le importaba donde trabajase? Dulce estaba furiosa.

Dulce: Si exactamente, ¿desea algo más?

Christopher: No, solo vine a devolverle las carpetas, ya me voy.

Dulce: De nuevo gracias y hasta luego.

Dulce cerró la puerta en las narices de Christopher, dejándole con la palabra en la boca. Dulce se apoyó en la puerta, cerró los ojos y suspiró, por fin se había ido. Tenía que admitir que el hombre era buena onda, pero eso no quitaba que fuera un hombre y le daba pánico que supiera su dirección, que supiera dónde trabajaba. Sabía donde localizarla y eso la atemorizaba. Dulce pegó un pequeño brinco.

Dulce: Me asustaste abue.

Hilda: Hija, ¿qué quería ese hombre?

Dulce: Entregarme unas carpetas, pero abue ya me tengo que ir, que voy a llegar tarde.

Dicho esto Dulce le dio un beso en la frente, se colocó su abrigo y salió de la casa bajo la tierna mirada de su abuela Hilda. Adoraba a Dul y adoraba tenerla a su lado, pero no podía soportar la impotencia que sentía, cuando escuchaba llantos desde la habitación, cuando la encontraba sentada en el alcatifar de la ventana con la mirada perdida, cuando notaba cuando el corazón de su nieta se rompía en mil pedacitos. Dul necesitaba que esa situación cambiase y Hilda también. No podían vivir con esa agonía que era plato de cada día.

El amor no dueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora