Mes dos.
El mes anterior había pasado tan rápido como una simple hojeada de página, los últimos días él había faltado, nadie se daba cuenta de aquello, todos seguían en lo de ellos, viviendo sus vidas, pero yo estaba tan concentrada en el que me cuestionaba el por qué.
Debería estar haciendo lo que he hecho todo este tiempo, claro haciendo lo que hacía cuando él no estaba porque para plantear ni siquiera sé quién es él, solo mi mente había apagado todo aquello monótono en mi vida para avanzar y volver a algo monótono ¡Que interesante vida! Aunque la vida es tan monótona que ni siquiera nos damos cuenta, intentamos salir de todo aquello que nos aburre que hacemos una vez tras otra pero cuando te das cuenta sales de aquello para volver hacer algo diferente pero que comienza hacer monótono sin darnos cuenta y luego volvemos a pensar aquello y todo se repite una vez tras otra.
Allí volvía él, esta vez con sus agujetas amarradas sentado en aquel banco oxidado regando botes de pintura uno tras otro en aquella mesa que casi tocaba el suelo pero para él aquel banco y mesa le resultaban lo más especiales de todo el patio, donde nadie pensaría en sentarse así que se libraba de que alguien se le acercara y molestara su tan pasivo ambiente, él es tan astuto sin duda.
-Hola, ¿Pinturas no? - dije dedicándole una sonrisa al sentarme en el suelo justo frente a él.
-Ya no las necesito, ¿las quieres? -pregunto viéndolas, era satisfactorio saber que no era un clase de mudo.
-No, de echo...
-Aquí tienes -hablo cortándome y tratando de alguna forma que tomara todas las pinturas que me ponía en las mano.
Aprovecho el tiempo que no entendía muy bien lo que él hacía dándome aquello, tomo su mochila y comenzó a alejarse.
- ¡Pensé que podía prestarte la clase que te falta!
- ¡Soy "el chico raro" recuerdas! -Vocifero subiendo sus manos al aire tratando de darse a entender que se señalaba a todo el.
No lo eres, supongo.