La chica del bar, de labios peligrosamente adictivos y sonrisa certera, solía contarme sus historias entre risas, muecas y un poco de alcohol. Aveces cambiábamos de locación y preferíamos sentarnos en el zócalo de la ciudad a observar a las personas pasar e imaginar entonces sus transfondos. Solíamos divagar acerca de los libros que leíamos y qué tan posible eran sus promesas a la par de unos cuantos cigarros y yerba. Fue con ella que tuve un respiro de los tormentosos saltos de realidad que parecían no cesar luego de su ruidosa partida.
Fue con ella que entendí al fin que tenía un grave problema de identidad, tan simple que podría decir que aún me avergüenza: Siempre termino enamorado del mismo tipo de chica. Una mezcla extraña de libros, café, cigarros (por supuesto), alcohol, vida solitaria, sexo estupendo y toda clase de comportamientos hipsters que están tan de moda. Ahora el verdadero problema era averiguar dónde carajo comenzó este maldito círculo vicioso. Zoey fue aquella que lo detonó hasta el punto máximo, pero fue con Delilah que entendí que debía cambiar todo esto, encontrarme a mí mismo y encarar mis supuestos traumas de infancia que ahora se reflejaban en mi elección siempre errada de pareja.
Desperté con todos estos pensamientos al tiempo que una sed insaciable entumeció todo mi interior. Al lado ella estaba sin ropa, cubierta por una suave tela, resaltando una silueta perfecta por la luz intensa entrando por la ventana a sus espaldas. Y sí, adivinas bien... me levanté y encendí un maldito cigarro.
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Zoey [...]
RandomZoey gustaba de beber té durante las tardes aparentemente normales, ver cine de arte y llorar a solas recostada en el piso de su habitación. Movida por su pasión por la música solía tocar el piano durante la mayoría de los atardeceres y fue quizá es...