—¡No! —Alanna grita, desesperada; ahogada en su propio llanto.
Louis, asustado, toma su rostro entre sus manos y le alza la cabeza para verla mejor.
—Estás haciendo un show. Cálmate.
—No puedo hacer esto, Louis. Perdóname. Ya no te amo.
—¿Qué cosas dices? Tenemos que seguir con esto.
—No, Louis. Por favor. Puedes quedarte con todo, pero por favor, no me obligues a esto. Creí que podía pero no. No lo aguanto más —se quiebra en un sollozo, agarrándose del brazo del castaño.
—Hey, está bien. Haremos lo que quieras, solo tranquilizate.
Le habla con voz serena. Nunca la había visto así. Ella se caracterizaba por ser una mujer fuerte y sin temor a nada, decidida.
—Quédate con tu trabajo y la casa, pero... no hagamos esto...
Ella le ruega, con su maquillaje arruinado, cayendo por sus delgados pómulos.
—Está bien —una discreta sonrisa se forma en el rostro del mayor—. Puedes ¿irte? Si es lo que quieres.
Sin pensarlo dos veces, sale de ahí, evitando la mirada de los demás, juzgandola. El padre dice lo obvio, que la boda era cancelada y dio la bendición a todos. Después de eso, la gente comienza a salir, comentando lo que pasó.
Los padres de Alanna se disculpan con Louis por el "treatrito" que su hija causó. Él dice que no hay problema, la entiende y que le desea lo mejor.
Toma siento en un escalón del altar, suspirando sonoramente.
—Niñas, vayan a fuera, en un rato nos iremos.
Johannah les dice a sus hijas y ellas obedecen. Con mucho cuidado de no arruinar su vestido, toma asiendo al lado de su hijo mayor, palmeando su rodilla, dándole apoyo.
—Ya todo pasó, corazón —ella sonríe, luego se vuelve una mueca—. No debería decir esto pero, estoy feliz.
Louis pasa un dedo por sus labios, pensando y mirando a un punto fijo en la alfombra roja. Asiente, lentamente.
—Yo también. Aunque, mi ego está un poco dañado —bromea y recibe un golpe en el brazo.
—Oh, sabía que dirías eso —se ríen juntos—. Vamos, cariño, te invito a comer con las niñas a un lugar lindo.
—¿Estamos celebrando que mi boda se canceló?
—¿Hay algo más para hacerlo?
Louis niega, parándose con agilidad. Le da la mano a su madre para ayudarla. Salen de ahí, tomados de la mano, cariñosamente.
●
Harry cepilla sus dientes con rudeza. La lluvia apenas choca contra los cristales de su habitación. Está solo en casa y le pone de mal humor.
Una semana ha pasado ya desde la boda. Seguro Louis y Alanna estaban disfrutando de su Luna de miel en alguna playa del Caribe o turisteando a las orillas de Egipto. Solo espera que sus vacaciones se vean arruinadas por la llovizna.
Lava bien su boca y revisa en el espejo que no tenga ningún resto de comida entre sus dientes. Sale del baño y se tira a su cama, envolviéndose en una frasada demasiado vieja. La tiene desde la secundaria. Le gusta porque es demasiado suave, aunque ya no cubre para nada el frío.
El timbre suena por toda la casa. Decide hundir su rostro en la almohada. Seguro era un testigo Jehová. Pronto se cansaría y se iría. Pero no es así, ahora suena con más insistencia y con pesadez, se para.