Te extraño, Jimin.
Esa frase no para de repetirse en las paredes de mi mente, debilitándome para al final del día escaparse en forma de susurro de mi boca, haciendo que sienta el frío de las noches porque tu calidez ya no me está abrazando.
Siento esas palabras cuando veo las estrellas, porque tú siempre las observabas con asombro y hablabas de ellas como si fueran lo más extraordinario del universo. Pero yo nunca les preste tanta atención, incluso cuando me decías cada vez que podías que eran increíbles. Nunca creí eso, nunca nada te supero a ti, tú eras lo más maravilloso de mi universo.
Juro que escucho esa corta oración cada vez que camino por el parque al que siempre íbamos, donde nos juntábamos luego de días sin vernos y te lanzabas a mis brazos diciéndome cuanto me habías extrañado. Creo escucharte cuando me siento bajo el árbol en que nos acostamos la vez en que me dijiste que estabas enamorado de mi, pero ya no es lo mismo, no encuentro tú voz hablando sobre lo hermosas que son las flores y el cómo cada una de ellas es arte frente a tus ojos.
Encuentro dolor en esas palabras cuando vuelvo a mi departamento luego de pasar infinitas horas en el trabajo. Todo aquí me recuerda a ti, este era como nuestro hogar. Iba a ser nuestro hogar.
¿Por qué tuviste que largarte esa noche? No pensé que la idea de vivir juntos te afectaría tanto.
¿Por qué me dejaste, Jimin?
¿Por qué lo dejaste todo?
¿Por qué me dejaste a mí, el hombre que estaba bajándote las estrellas y te iba a regalar la luna?
¿Por qué permití que te fueras?