Jimin, te necesito.
Los días parecen no tener color. Y está bien, antes de conocerte también veía todo en blanco y negro, pero ya era rutina ver todo de una paleta gigante de tonalidades después de conocerte, porque parecía que amabas esta vida y me enseñaste a añorar cada pequeña cosa.
Pero ahora solo hay climas fríos, noches sin estrellas y ceniceros cubiertos en colillas rodeándome porque no estás tú para llenar el vacío que siento cada vez que cierro los ojos y veo tu rostro.
Necesito al Jimin que preparaba sopas cada vez que el clima bajaba de los quince grados... Cada vez que parecía que iba a llover, todos y cada uno de los días en llegaba tenso del trabajo.
Toda mi vida he odiado la sopa, pero estaba dispuesto a tomar cada plato que prepararas con la mayor sonrisa posible porque estaba repleto de cariño, preocupación, de ti preguntándome cómo estuvo mi día y si veíamos la película que tanto insistías en ver.
Necesito eso y tus sonrisas. Y tus abrazos. Y tus mensajes de buenos días. Y los de buenas noches. Y las tardes en que solo nos tomábamos de las manos y no decíamos ni una palabra.
Y las guerras de cosquillas bajo las mantas que terminaban en mi besando cada centímetro de tu cuerpo.
Necesito que vuelvas a decirme que me amas cuando estas a punto de dormir... ¿Recuerdas? Cuando me decías que nunca me dejarías ir.
Yo te deje ir.
A veces me llena pensar que quizás el sol saldría y las sabanas estarían tibias de nuevo si tan solo te tuviera en mis brazos por cinco segundos más, porque me congelo vivo sin ti a mi lado.
Te extraño, Jimin.
