IV: Las Sombras entre la Niebla

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— ¡Ash!

Repito varias veces al ver que sigo cayendo. El mismo sueño, otra vez. Caigo en la oscuridad. No hay nada, sólo yo. Siento el aire que choca contra mi. Muevo los brazos y las piernas intentando aferrarme a algo. Pero no puedo, no hay nada. Vuelvo a gritar su nombre y de la oscuridad emerge una luz que me sujeta y siento cómo flotamos. Me aferro a ella, para no volver a caer. Intento concentrarme en su cara, pero no consigo ver nada y de repente me suelta.

Me levanto de la cama de un brinco, con el corazón en la mano y la frente húmeda. Respiro para recuperar el aliento. Cuando consigo dejar de oír mis latidos, me siento en el borde. Aún la habitación está algo oscura.

— ¿Qué haces?

Una voz hace que pegue un salto de nuevo y mi corazón me manda a la mierda. Cuando consigo volver a relajarme, observo que Ash está en la puerta de mi habitación. Así es, estoy en mi habitación. ¿Qué hace aquí? Me mira fijamente y no sé exactamente qué está haciendo aquí. Anoche, claro, está aquí por eso. ¿Qué cojones paso anoche?

— ¿Cómo he llegado aquí? — Le pregunto.

— Llevas aquí toda la noche.

— ¿Cómo he llegado aquí? No me mientas. — Repito más alto.

— Te lo he dicho. He llegado y estabas aquí. ¿Qué te pasa?

— ¿Qué cojones te pasa a ti? ¿Qué ocurrió anoche? ¿Qué era aquello? ¿Cómo he llegado aquí? — Levanto la voz.

Repito una y otra vez, intentando que me diga la verdad, pero está callado. Le miro y solo recuerdo las heridas y los arañazos que tenía anoche y que hoy han desaparecido. Me levanto de la cama y me pongo frente a él.

— Escúchame, llevas toda la noche aquí. No sé lo que quieres decir, pero te prometo que no ha pasado nada. — Insiste.

Me aprieta entre sus brazos y siento el calor y la calma que transmite. Me siento bien otra vez y por unos segundos olvido todo lo sucedido. Pero cuando me despego de él, vuelvo a ver aquella tenebrosa sombra, sombra no, persona. ¿Quien era y que quería? Y si él no va a decirme nada, no significa que no haya pasado. Además, volvió. En un momento bastante complicado, pero volvió.

— ¿Por qué te colaste anoche en mi casa, otra vez? — Me aparto y le pregunto más relajada.

— Me lo pediste tú.

— Sí, pero sabes perfectamente por qué te pedí que volvieras. Así que sabes que tengo muchas dudas y necesito respuestas.

— Soy consciente de ello. Primero date una ducha y luego hablaremos.

¿Está insinuando que huelo mal? Puede que un poco.

Entro en el baño y abro el agua caliente. Me pongo frente al espejo. Tengo dos manchas oscuras bajo los ojos, ya es raro que no amanezca con ojeras. Me paso la mano por el pelo, que está más enredado que de costumbre y entonces siento dolor al pasarla por la frente. Me acerco al espejo y me aparto el pelo.

Tengo una herida.

Entonces lo empiezo a recordar, anoche me caí y me di con una piedra en la cabeza. Salgo escaleras abajo al ver que Ash, que ya no está en la habitación, con una toalla atada al cuerpo. Tenía razón, lo de anoche fue real y no va a poder seguir negándolo.

— Me has mentido, ¿de qué vas? — Me pongo delante de él.

— No entiendo lo que estás diciendo.

— ¿No entiendes esto? — Le muestro la herida de mi frente. — No soy tonta. Dime la verdad.

— Está bien, cálmate. Vamos.

Alas de ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora