XIV: La verdad

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Camino con la mirada perdida en el suelo, esperando que alguien llegue, me coja de las manos y me diga que todo esto ha sido una broma pesada. Mi mejor amiga, la que siempre ha estado ahí y me ha apoyado, — Bueno, quizás ya no me acuerde de si lo ha estado. — ¿es una mentirosa? No voy a perderla, a ella no.

— Está bien. Lo haré. Os demostraré que os equivocáis. — Digo en voz alta atrayendo la atención de todos— ¿Cómo lo hago?

Todos esperaban mi respuesta, ansiosos de embarcarse en una envestida contra alguien que aparentemente es desconocido para los aquí presentes. Hemos bajado hasta el garaje mientras piensan la forma de desvelar lo que parece un secreto a un ser capaz de mentir, engañar y manipular. Ahora que lo pienso, M es la mejor en esas cosas aunque estoy segura que no me mentiría. O eso espero.

— Lo tengo. — Suelta Aura. — La Piedra Celestial. — Con la misma entra de nuevo a la casa.

— ¿Qué es la Piedra Celestial? — Pregunto.

— La Piedra Celestial es el símbolo de los ángeles, es una gigantesca roca de un material desconocido para los humanos que se encuentra en el Trono. — Responde Cayden con cierto tono de historia misteriosa. — También se la conoce como Piedra de la Verdad pues con un solo roce es capaz de desvelar al ser menos poderoso e incluso mostrar la posición de cualquier ángel. Es, básicamente...

— Esto. — Interrumpe Aura con un trozo de piedra de color azul cielo en la mano, del tamaño de una nuez. — ¿A qué es bonita?

— ¿Esa es tu gigantesca piedra? — Suelto una risita.

— Esto solo es un trozo. — La sujeta con dos guantes. — Vale más que cualquier objeto presente en la Tierra. Es perfecta. — Se quita un guante y pasa la piedra a su mano descubierta, el contacto hace que desprenda un halo de luz blanquecina. — Solo tendrás que hacer que la toque y ya tendrás una respuesta.

Me la tiende y me quedo embobada unos Segundos más antes de reaccionar y acercar lentamente la mano para cogerla. Sin embargo, cuando la cojo retorna a su color natural y pierde todo su brillo.

— Tranquila, al ser una Nefilim supongo que no es suficiente para que brille. — Me consuela Aisha.

— ¿Nos vamos? — Pregunta Ash. Todos se disponen a subirse a sus motos.

— Parad, iré yo sola. — Afirmo. — Si os ve a todos pensará que pasa algo. Antes de hacer lo de la piedra, quiero hablar con ella y preguntarle la verdad. Quiero que sea ella quien me lo diga.

— No permitiré que vayas sola. — Ash me agarra de la mano. — Si es un caminante, es peligrosa. Te acompañaré. No me harás cambiar de opinión.

— Y yo. — Añade Aisha. — Tranquila, me quedaré esperando en el coche. Pero tengo que proteger la piedra, no la puedo perder.

— Está bien. — Concluyo.

Le devuelvo la piedra a Aisha y nos metemos en el coche. Pese a haber hablado cientos de veces con M, esta vez es diferente. Estoy nerviosa, me tiemblan las rodillas y me sudan las manos. El sonido del coche al arrancar me asusta y doy un pequeño salto, creo que Ash se da cuenta y me acaricia la rodilla antes de cambiar de marcha, eso hace que me relaje. El coche comienza a moverse en dirección a Fallenway. Abro un poco la ventana para coger algo de aire antes de lanzarme a una piscina llena de inseguridades. A cada paso que nos acercamos la niebla se condensa más y se oscurece. Intento pensar en otra cosa, necesito despejarme.

— ¿Cómo es el Trono? — Pregunto a Aisha.

— Bueno, los ángeles guardianes solo tienen dos oportunidades de verlo con suerte, a menos que cometas alguna infracción. El día que naces y el día que asciendes. Me acuerdo perfectamente del Segundo, claramente.

Alas de ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora