Un Abismo en la Identidad

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Eran las 2 de la tarde, el aire fresco y el sol brillante parecían ser testigos del beso que compartimos. Angela y yo estábamos sumidos en ese beso anhelado, ajeno a todo a nuestro alrededor, unidos en ese momento mágico.

Angela abrió los ojos con sorpresa después del beso. "¿Qué fue eso?", preguntó riendo tímidamente. "Es lo que siento por ti", respondí mientras tomaba su mano. Nos sentamos juntos y contemplamos el paisaje, dejando que el tiempo fluyera.

La tarde se fundió en la noche mientras seguimos hablando y riendo. Finalmente, Angela soltó mi mano y mencionó que era hora de volver a casa. Dado que no tenía bicicleta, comenzamos a caminar a través del creciente oscuro que transformaba el camino.

Continuamos caminando de la mano, charlando y riendo, dos enamorados perdidos en su amor y alegría. Pero entonces, una camioneta se detuvo junto a nosotros. Angela parecía aterrorizada, y un hombre grande y alto salió del vehículo. Era su padre.

Su padre la reprendió y le ordenó que subiera al carro de inmediato. Angela preguntó tímidamente si yo también podía subir, a lo que su padre asintió. Después del viaje en el carro, me dejaron en la puerta de mi casa y se despidieron.

Todo parecía normal hasta que escuché una voz a lo lejos. "Ángel, cariño, aquí tienes tu sopa para el resfriado". Era la voz de mi madre, pero algo estaba mal. Mi madre jamás había sido tan dulce conmigo. Corrí al patio trasero, subí al árbol y me asomé a mi habitación. Lo que vi me dejó perplejo. Allí estaba yo, acostado en la cama, con un termómetro.

En un instante, comprendí que esta no era otra dimensión más, era mi propia realidad. La ira comenzó a crecer en mí, y la envidia se apoderó de mi corazón. Odiaba a mi otro yo por tener la vida que yo deseaba, por tener la felicidad que yo había perdido.

Desperté en mi cama, abrigado. Mi madre me levantó con un beso de buenos días, pero no entendía nada. "Es otro sueño", me repetía. Mi madre se despidió y mencionó que mi padre llegaría por la noche con los polos que tanto deseaba. Me sugirió ir al colegio para visitar a mi nueva enamorada y se marchó con una sonrisa.

Me vestí emocionado, pero algo no estaba bien. Mis brazos temblaban y sentía una profunda ansiedad. A pesar de mi miedo, decidí ir al colegio en bicicleta. Angela estaba esperándome en la puerta. Me besó frente a todos, mientras los demás nos molestaban como de costumbre. Todo parecía perfecto mientras entrábamos al salón.

Angela me pidió ayuda con un ejercicio, pero me sentí perdido. Su mirada extraña me hizo sentir incómodo. Llegó el recreo y Angela me apretó el brazo. Sin embargo, mis brazos temblaron y la terrible culpa resurgió en mí. Fui al baño para tranquilizarme y recordé que estaba donde debía estar.

Cuando terminó el colegio, Angela me esperaba afuera. Me pidió disculpas por sus preguntas insistentes. La disculpé, subimos en nuestras bicicletas y regresamos a casa. Le propuse ver una película en mi casa, y aceptó con rubor en las mejillas.

Tenía un plan claro para ese día, pero no sabía cómo ejecutarlo. Los nervios aumentaron cuando en la película apareció una escena erótica. Intenté hacer un movimiento, pero la incomodidad se apoderó de la habitación.

Finalmente, en mi cuarto, ella se quitó la blusa y yo me quedé sin polo. Pero en medio de la pasión, Angela comenzó a decir cosas extrañas. "¿Quién eres tú?", preguntó, y su expresión cambió de sorpresa a terror. Me decía que no la conocía, que no era Ángel, que era un impostor.

Intenté calmarla, pero sus preguntas no paraban. "¿Dónde está tu cicatriz de la operación al corazón? ¿Por qué no sabes mi cumpleaños? ¿A qué se dedica tu mamá? ¿Por qué ya no tienes pesadillas? ¿Por qué no recuerdas nuestra amistad? ¿Qué me regalaste en Navidad? ¿Por qué eres malo en matemáticas?"

No pude responder, su voz se convirtió en un torbellino en mi cabeza. De repente, me abalancé sobre ella y le susurré al oído: "Yo lo maté".

Las palabras salieron de mí como un eco, y Angela me miró con horror. Las lágrimas empañaron sus ojos mientras me acusaba de matar al verdadero Ángel. En medio de su rechazo y desconfianza, una oscuridad interna me consumía y me perdía en un abismo de confusión y culpa.

Al Final De Las Pesadillas [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora