El Cobarde

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Un día cualquira, un día gris, uno de aquellos en los que maldices al clima por arruinar el día con su terrible lluvia feroz. Un jóven de apenas doce años, contemplaba el delicado pero firme caer de las gotas de tormenta.

Con aquella mirada nostálgica llena de recuerdos monocromáticos. Su mirada tan apagada y sin vida, sin movimiento alguno, a ecxepción de una pequeña gota salada brotando de su muerto ojo. Aquella gota que significaba un enorme sentimiento de tristeza, cayó de su párpado recorriendo su mejilla, dejando un húmedo camino tras ella.

El chico se levantó y se dispuso a darle un remedio a su problema. Caminó por la densa oscuridad de su hogar, mientras escuchaba el feroz golpear de las gotas sobre su techo. Seguía caminando con paso lento, hasta que llegó a su lúgubre habitación, de un cajón, sin hacer ruido sacó una gruesa soga y salió del lugar.

Realizó un delicado nudo y la amarró a un tubo a gran distancia del suelo. Subió a un rechinante banquillo y se colocó la soga en el cuello. Recordó a aquella persona que lo hizo sufrir, esta vez las lágrimas no eran de tristeza o nostálgia alguna, eran de furia y rencor.

Ya decidido, mientras jadeaba fuertemente por el llanto, saltó del banco quedando aderiva de la incompasiva gravedad, la soga sostuvo su cuello, provocanto su cruel asfixia, no intentó nada, sabía su destino; moriría.

Al término de la lluvia, el silencio reinó en la casa del chico, sólo se escuchaba el sueve y delicado valancear de un cuerpo, un cuerpo sostenido por una soga, un cuerpo sin respiración y pálpito alguno, un cuerpo que expiró, el cuerpo de un cobarde suicida.

Efecto Mariposa #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora