Los Mellizos

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   Retrocedamos en el tiempo, aun no nacía el Suicida, ni la Chica de los Ojos Negros.

   Mientras tanto, había una familia que contaba con bellísimos ojos, exóticos y brillosos, de colores tan raros como lo era el violeta. Tenían para escojer, azules, miel, avellana, verdes, grises, entre otras variantes, pero el más despreciado en la familia, al menos porque se pensaba que era un color muerto, era el néutro marrón.

   Todo desendiente que tuviera ese color de ojos era despreciado y maltratado, le limitaban todo, inclusive sus amistades.
   No importaba que edad tuviera, los niños no eran atendidos, los adolescentes no eran comprendidos y los adultos no eran apoyados, la mayoría decidía suicidarse, dándole más mala fama a los ojinegros.

   Pero en la quinta generación de los exóticos ojos, ya llevaban doce desendientes con iris cafés, despreciables suicidas y malandros.

   La hija más grande de esa generación, daría a luz a los primeros integrantes de la sexta desendencia.
   Al nacer, notaron que sus facciones eran delicadas y perfectas, eran unos bellos mellizos, niño y niña.

   --¡Estos serán los más bellos de la familia! No puedo esperar a ver el color de sus ojos- decía el ahora abuelo de los bebés, estaba fascinado con sus nietos, lástima que el padre no se encontraba presente.

   Pasaron semanas y los mellizos comenzaban a abrir sus ojos, la niña parecía tener unos iris zafíro, hermosos sin duda, pero el niño despegó por completo sus párpados

   --¿¡Qué es esto!?-  exclamó el padre de la recién madre al ver el color de sus ojos --¿¡Cómo me puedes enjendrar un nieto tan despreciable!?-

   --¿Por qué lo dices?- la mujer tomó a su hijo observándo sus iris
--¿Marrones?-

   --Bien, al menos nos queda la niña- el padre tomó a la chiquilla y la levantó --¡Qué despreciable Beatriz!-      replicó refieriéndose a su hija. Le mostró a la niña con desprecio.

   --No sé de qué te quejas padre, pienso que el niño tiene unos únicos ojos marrones y me parece especial los ojos de la niña- respondió con una sonrisa

   Al anochecer, toda la familia fue a descansar en sus camas, todos dormían, menos el abuelo. Se dirigió sigilosamente a la habitación de su hija, trató de no despertarla, tomó con delicadeza a los mellizos y salió de ahí.

   Los colocó en una cesta, para ponerlos después en el asiento del copiloto su auto y se dirigió al horfanato más lejano que conosiera, a mitad del camino sintió un bache, piedra o lo que fuera, maldijo con toda su alma a aquella cosa, el carro era nuevo.
   Al llegar, los colocó en la puerta y tocó para después salir corriendo de ahí, subió a su auto y hulló.

   Los propietarios salieron y escucharon el rechinar de un carro negro doblando la esquina, vieron a los mellizos y les parecieron bellos

   --No sé por qué los habrán puesto en adopción ¡Son hermosos!- decía la dueña.

   Crecieron, los mellizos contaban con un vínculo muy especial, se entendían sin tener que hablar, se llevaban muy bien.

   Durante el otoño, un lago cercano al horfanato se secaba, al menos no del todo, por verano tienía una profundidad de tres metros, pero en aquella estación donde las hojas caen, llegaba a la minúscula cantidad de 10 centímetros.
   Durante la noche la melliza gozaba de ir a saltar en sus aguas mientras contemplaba en magnífico cielo, siempre acompañada de su hermano claro, según él para "cuidarla".

   Pero la belleza de los mellizos fue una condena, pues la chiquilla fue adoptada separada de su hermano, se despidió de él, estaban por llevársela.
   El chico la abrazó, y su hermana le susurró --No me olvidarás ¿Verdad?- una lágrima resbalaba de su párpado, el chico le besó la frente y con su pulgar, retiró la lágrima que recorría su mejilla y la miró con dulzura

   --Con esos ojos, ese lago a la vista y tu bello tocar con el violín ¿cómo esperas que lo haga?-

Efecto Mariposa #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora