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Luego de ver la triste escena, y oh dios mío, ¿podía Mingyu estar más herido?, Wonwoo decidió hacer algo por ellos. Con un leve asentimiento por parte del moreno, tomó el mando del automóvil y los llevó a Lotte World; uno de los mejores parques temáticos de Seúl.

Ese día se lo gastó en la pequeña familia Kim, y permitió que la pequeña Yangmi disfrutara tanto hasta que olvidara el altercado en su guardería. Además, se permitió ignorar las miradas avergonzadas de Mingyu cada vez que sacaba la billetera para pagar. Él fue quien los llevó y él sería quien los consentiría; aunque el sonrojo de Mingyu le diera la leve sospecha que había pasado mucho tiempo sin que nadie se preocupara así por él.

Al atardecer, Yangmi se acercó a él con los ojos entrecerrados y le pidió que la alzara, quedando dormida casi en el mismo instante que su cabeza tocó su hombro. Wonwoo rió por lo bajo, enternecido con esa pequeña niña, y fingió no sentirse extrañamente bien cuando Mingyu –con el rostro desencajado por la sorpresa –le confió que la pequeña no podía dormirse en nadie más que el pecho de su padre.

En el camino de regreso, fue Mingyu quien manejó y lo dejó en su calle, a unos metros de su apartamento. Con una sonrisa bastante nerviosa, el azabache le preguntó si podrían verse de nuevo. Tal vez sin la niña, pues comprendía que no era correcto dejar que se encariñara tan rápido con él; sin embargo, quería ver más de Mingyu.

No sabía por qué, solo era consciente de que estando con el moreno podía olvidar su miseria por unas horas.

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Con unas palabras del terapeuta –Boo, por fin había prestado la suficiente atención para escuchar su apellido –finalizando la sesión, Wonwoo se levantó de la silla y estiró sus extremidades con letargo. Si realmente quería, podría dejar de asistir a la terapia grupal y continuar con su vida de recién divorciado. Llevaba cuatro meses de no saber nada de Yebin, y no había manera en que su ex esposa volviera a su vida únicamente para reclamarle el abandonar la terapia.

Una pesada mano cayó suavemente sobre su hombro, obligándolo a mirar hacia atrás y ver a un Mingyu apenado y sonriente. Claro, podía dejar la terapia. Pero eso también implicaba perder el contacto con ese alto moreno, y no quería. Era el único de sus amigos que no lo juzgaba, ya que sabía bien por lo que estaba pasando. Además, desde ese triste día con Yangmi, habían hecho una promesa silenciosa: todos los martes, luego de la terapia, se perdían en la ciudad por horas; conociendo nuevos lugares, conociendo más al otro, disfrutando un poco de compañía hasta que la hija del menor terminara su día en la guardería.

Por petición de Mingyu, Wonwoo había vuelto a ver solo dos veces a la niña. Estaba claro que los dos adultos formaban una nueva amistad, pero el moreno quería ser extra precavido; temeroso de involucrar más figuras en la vida de Yangmi. Wonwoo estuvo de acuerdo, aunque no podía negar que a veces quería ver a la linda niña. La apreciaba demasiado, pero debía respetar los deseos de su padre.

─Wonwoo... Lo lamento pero... –Mingyu llevó su mano hasta la nuca, rascando; un gesto que ya el azabache era capaz de reconocer fácilmente. El moreno se quedó en silencio unos segundos, apenado; y Wonwoo ladeó su cabeza con interés para motivarlo a seguir hablando. –Hoy no podré salir. La maestra de Yangmi tuvo una emergencia y los niños saldrán pronto.

Sopesando sus opciones (que realmente no eran muchas además de pedirle permiso al menor de seguirlo, ir a su oficina a recoger unos planos que dejó el día anterior o caer dormido en su casa vacía), Wonwoo le sonrió y esperó que Mingyu dejara de balbucear disculpas e incoherencias. Viendo que el moreno se perdió en su mundo de explicaciones, posó su mano sobre el antebrazo del chico, provocando que se sobresaltara y detuviera sus palabras de inmediato. – ¿Podría ver a Yangmi hoy? Quisiera llevarlos a los dos a un lugar que me gusta mucho.

Sinsentidos • MEANIE •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora