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¿Acaso su vida había sido siempre así de sosa?

Sentado en una pequeña mesa al lado de la puerta de la cafetería, casi podía recordar todas las veces en que estuvo ahí mismo esperando a Yebin; igual que ahora.

Siempre que tenían tiempo en sus trabajos, se daban el lujo de salir a una cita rápida en esa cafetería y pasar una hora o menos juntos tomando un café. Y ahora que piensa en esos momentos que le tocaba esperarla –ya que Yebin nunca fue una amiga de la puntualidad –no siente nada. Incluso duda si antes sintió algo.

No tenía nada de qué quejarse, y tal vez eso era lo peor. Yebin fue la chica perfecta: comprensiva, graciosa, sexy, tierna, apasionada y llena de carisma y fuerza. Su amistad era todo lo que Wonwoo siempre quiso, y su matrimonio había sido casi como de cuento de hadas. Tanto, que casi fue como algo robótico para él.

¿Cuándo fue que Yebin se dio cuenta de ello?

Porque siendo sincero, si ella no hubiera puesto un fin a esa farsa que estaban viviendo, él jamás lo habría hecho. Ella era todo lo que aprendió a desear, todo lo que sus padres le dijeron que estaba bien tener. Aún sin comprender por qué no se dio cuenta antes, admitía que le había gustado tener esa venda en sus ojos.

La campanilla de la puerta sonó y su linda ex esposa entró con una gran sonrisa, dirigiéndose directamente a la mesa habitual de sus antiguas citas. Colgó su bolso del respaldo de la silla y se sentó, saludando a Wonwoo con una voz llena de energía.

Pero a él no lo engañaba en lo absoluto. Las ojeras bajo sus ojos eran de un morado oscuro, las horquillas en su largo cabello estaban mal puestas, sus labios –incluso bajo el lápiz labial –lucían secos y agrietados. Hasta el esmalte en sus uñas estaba mal aplicado, algo que ella detestaba demasiado. Y Wonwoo se odiaba tanto por todos esos detalles que solo él era capaz de notar, solo él que la conocía casi a la perfección. Ahí estaba la palabra clave, casi.

─ ¿Ordenaste por mí? –Preguntó con esa falsa sonrisa aún presente. Wonwoo simplemente rodó los ojos y la miró con aburrimiento, como si ella no conociera la respuesta. Yebin rió y bajó sus manos cuando el mesero llegó a entregarles sus bebidas. –Bien, encantador como siempre, Wonwoo.

─Y tú obviamente puntual. –Respondió con una pequeña sonrisa. Envolvió sus manos en la taza humeante de café con leche y la acercó a su boca para soplar y enfriarla. Antes, eso lo hacía Yebin por él.

Supo que ese mismo pensamiento pasó por la mente de su ex esposa cuando ella tuvo que alejar la mirada y fingir que una basurilla entró a sus ojos. Era tan fácil leerla.

Y aún así, él nunca se dio cuenta que ella pensaba en el divorcio.

─Jeonghan me contó que no comes más que sopas instantáneas. –Mencionó Yebin luego de tomar la mitad de su capuchino en un silencio pesado y tenso para ambos.

─Creo que no lo dejaré entrar más a mi apartamento. Me siento como un niño siendo vigilado por sus padres. –Reclamó Wonwoo con desinterés. –Y ni siquiera mis propios padres me dan tanta atención.

─Sabes que no puedes deshacerte de Jeonghan, ni aunque quisieras. –Ambos rieron suavemente. –Pero podrías bajar su intensidad si no encontrara paquetes vacíos de ramen por todo tu apartamento.

─O amenazándolo con contarle a Jisoo sobre la primera impresión que Jeonghan nos dijo que tuvo de él. –Jamás olvidaría, ni permitiría que su mejor amigo olvidara, que no tomó en serio a su novio durante los primeros seis meses de conocerse. En palabras de Jeonghan: "es muy puritano, no es mi tipo de hombre". Cuando el pelilargo estaba siendo un dolor en el culo, Wonwoo le mencionaba cariñosamente (y un carajo) que podía hacer que Jisoo se enojara con él por varios días, y oh, Jeonghan lo sufriría. Cruel, pero efectivo.

Sinsentidos • MEANIE •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora