여섯

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─ ¿No es hoy cuando tienes terapia grupal?

Así era su mejor amigo. Jeonghan siempre encontraba la manera de recordarle las cosas que él fingía olvidar, aunque no lo hacía a propósito. Gruñó y chocó su frente contra la mesa del comedor del mayor, mientras este lo observaba confundido desde su escritorio –pues él trabajaba en casa, maldito suertudo.

─Entonces, ¿eso significa que ya no volverás ahí? –Volvió a intentarlo, con una ceja alzada. Wonwoo le respondió con unos murmullos inentendibles sin levantar la cabeza. –Parecía que te gustaba, ¿no hiciste un amigo...? ¿Mingyu, cierto?

Si no se rendía y le daba alguna respuesta pronto, Jeonghan lo descubriría todo por sí solo –o lo molestaría lo suficiente hasta perder la cordura –así que Wonwoo recostó su mentón en una mano y asintió. El mayor lo miró confundido pero decidió dejar el tema allí. Desde su divorcio, Wonwoo parecía más reacio a hablarle de lo que le sucedía y aunque para Jeonghan era un poco dolorosa esa distancia que el menor impuso, comprendía que necesitaba su propio espacio.

Se volvió otra vez a su computadora y continuó trabajando, sumergido en su labor. Wonwoo lo observó por unos segundos y suspiró, aburrido, antes de mirar al apartamento del mayor. El espacio, considerablemente amplio para dos personas, era de paredes blancas y la mesa en la que él se ubicaba de madera clara. El sillón, a un lado del escritorio negro de trabajo de Jeonghan, era también negro con almohadones cafés claros, un tono similar a la mesa. Aún cuando el rubio fue muy desordenado en el pasado, su apartamento lucía prácticamente impecable –obra de Joshua, Wonwoo lo sabía muy bien.

Dejando la comodidad de la silla, se acercó a una de las paredes blancas, en la que colgaban varios marcos de fotos; todas muy familiares para él. Aunque habían varias de Jeonghan, Yebin y él durante su infancia y adolescencia –y otras de Jisoo y su mejor amigo Soonyoung, un chico muy activo y ruidoso que no complementaba en lo absoluto con el mayor –la mayoría era de fotos era de la pareja. En su viaje a Jeju, junto con sus padres, el día de sus graduaciones, todos juntos luego de una graciosa y no planeada salida.

Sus vidas colgaban y se entrelazaban en esa pared, lo que a Wonwoo siempre le pareció una metáfora muy hermosa.

─Han... –Susurró el azabache, y el chirrido de las patas de la silla le aseguró que el mayor estaba prestándole atención. – ¿Por qué tú y Yebin saben la razón del divorcio y yo no?

─Amigo, te lo he dicho. Necesitas averiguarlo solo. Aunque tal vez ya sabes y solo te falta aceptarlo.

─ ¿La herí mucho, no es así? –Wonwoo alzó una mano y acarició el rostro sonriente de su ex esposa en una de las fotos. –A Yebin.

Jeonghan exhaló con pesadez y se levantó de la silla. En silencio, se acercó a Wonwoo y lo tomó por los hombros, llevándolo a sentarse al sillón y luego colocándose él de frente. –Mira Won, esto te lo diré porque estoy cansado de que creas que debes odiarte. Mereces mucho más que tu odio propio y ya has pasado mucho tiempo así, es hora de seguir, ¿bien?

El azabache asintió, deseando que por fin alguien le explicara la razón de su divorcio. Jeonghan alcanzó a su mano y la atrapó entre una de las suyas, tratando de confortarlo antes de hablar.

─No fue tu culpa. Ni el divorcio, ni las heridas de Yebin. Nada lo fue. Ella lo supo todo, desde un principio, y accedió a casarse contigo cuando sabía que no iba a funcionar. Y sabemos que nunca fuiste consciente de ello, tal vez hasta ahora, aunque realmente no me has querido hablar de cómo llevas el divorcio. Pero sucedió así, Yebin te amaba tanto que consideró que su amor era suficiente para ambos. –Wonwoo abrió los ojos, por fin comprendiendo algo que intentaba aceptar desde el día que su ex esposa le dio la noticia. ¿Para qué mentirse? Él lo veía venir. – ¿Sabes de qué hablo, cierto? –Jeonghan sonrió tristemente al ver al azabache asentir. –Tú no la amabas. Pero creíste que sí, y te entiendo. Ni ella, ni Jisoo ni yo te juzgamos. Eres un hombre de confort, siempre lo has sido; por lo tanto, quedarte con la única chica que ha sido una constante en tu vida no era algo para sorprenderse. Confundiste ese sentimiento, el de aprecio por una vieja amiga, y creíste que era amor. Ella lo sabía, Won, tú no la mirabas de la misma manera. Y siempre que yo le reclamaba por no quererse a sí misma, me aseguraba que era capaz de soportarlo. Si te tenía a su lado, se quedaría... Pero ya era demasiado. No pudo continuar con esa farsa, con esa casa de muñecas que estaba construida con cartas de naipe. Por eso se fue, por eso pidió el divorcio.

Sinsentidos • MEANIE •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora