Estaba buscando una salida,
alguien a quien amar, a quien cuidar.
¿No es extraño? Te conozco desde hace mucho tiempo
y no puedo parar de pensar en que todavía tienes secretos.
Jamás me los dirás, de eso estoy seguro, pero entraste a los míos
ahor...
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Base de Siberia, Rusia.
Diciembre 13, 2010.
El frío calaba los huesos de cada persona en el lugar, inertes pero inquietos aun así, más de diez jóvenes aguardaban por la prueba de reclutamiento, algunos más experimentados que otros, esperaban hallar un puesto, no sólo decente, sino que más estable que cualquier otro. Los hermanos Vortasov prefirieron tomar distancia, enfilados en extremos diferentes, observaban el espectáculo macabro con ojos expectantes, a sabiendas de que tenían el potencial suficiente para involucrarse en actividades de mayor rango. Estaban listos, llevaban nueve años esperando aquel día, preparándose, pensando en cada estrategia de batalla, dispuestos a dejar de ser tomados como soldados comunes y pasar a ser agentes de HYDRA.
La prueba era liderada por el señor Hubermann, quien controlaba el desempeño de cada uno de sus alumnos y un oficial de boina roja al que no conocían, tampoco había revelado su nombre. ¿El obstáculo? Una de las armas más letales que podían poseer. Un hombre de cabello largo, mirada vacía y un brazo biónico, aquel que llamaban Soldado del Invierno. Era toda una leyenda entre el personal académico y novato, había vivido casi cien años y constaba de una agilidad, destreza y fuerza que nadie había visto en otro lugar. La joven Eryan estaba asustada, temía a la prótesis fuerte de aquel hombre, sabiendo que quizá no podría con él, sin embargo, se decía a sí misma que haría todo lo posible por demostrar que merecía un ascenso.
La muchacha que luchaba actualmente con él, cayó inconsciente al suelo, siendo la octava en abandonar la zona de combate ayudada por otros oficiales, dos se habían rendido al ver que no podían vencerlo, Eryan no quería formar parte de ninguno de los dos grupos. Cuando tomaron a la joven de cabello dorado, Hubermann dictó su apellido, ambos hermanos se tensaron ante la indecisión por quién era el siguiente y el maestro pareció disfrutar de sus miradas en suspenso, por lo que decidió extender un poco más su decisión hasta que, un minuto después, el nombre Eryan se deslizó sobre sus labios con soberbia, oteando con desafío a la joven ucraniana.
Ésta, con la cabeza en alto, avanzó los pasos necesarios hasta enfrentarse a su oponente, dando una vertiginosa mirada a su hermano en la fila contraria, quien le sonrió de lado, cándido y motivador, casi como si buscara calmar el nerviosismo que se produjo en ella al saber que debía enfrentarse al soldado inciertamente. Cada uno de sus pasos fue acelerado y dubitativo, desconfiado. Analizó ágilmente al adversario, repasando en su mente las ventanas de oportunidad de había sido capaz de visualizar al luchar con el resto de los aspirantes, sin embargo, al encontrarse tan cerca, logró reparar en la extraña actitud que emanaba. Confundido y desorbitado, no parecía reconocerse a sí mismo mas la concentración no abandonaba su mirada azulina proyectada sobre ella y quizá lo pequeña que parecía.
