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Solo hay una cosa que considero estoy haciendo..., bien, de todo este problema en el que me he metido. Aunque en realidad esa palabra no encaje en nada de lo que estoy haciendo.

Si bien me puedo llamar de todo por estar siéndole infiel a mi esposo y convirtiendo a alguien inocente en mi amante. Pero no soy una zorra. No voy a tener sexo con uno para luego hacer lo mismo con el otro; nunca he hecho algo como eso y no me imagino haciéndolo ahora. Pero vaya ironía de la vida, lo mismo decía yo con la infidelidad y aquí estoy atrapada entre dos relaciones.

Han pasado alrededor de veinte días desde mi cumpleaños, he tenido todo ese tiempo para pensar y renunciar a lo que estoy haciendo. Pero no logro salir de la fase «disfrutar». Nunca me imaginé que agradecería tanto la inactividad sexual con mi marido, y ahora hasta soy yo la que se alía con el tiempo para evitar que entre los dos surja alguna excitación.

No voy a mentirme a mí misma pensando que Lyon ya no me excita, porque no es nada cierto. Lyon es del tipo de hombre que se cuida a pesar de la vida laboral y marital; su piel siempre está limpia, su cabello blanco siempre brillante, su buen aroma constante, y su cuerpo bien definido gracias a los ejercicios que no deja. La verdad es que es un hombre muy hermoso y tendría que ser asexual para no atraerme esos noventaitantos kilos de testosterona. Pero...

Pero..., pero...

No quiero acostarme con Lyon cuando me estoy acostando con Gray.

Dios, qué horrible suena todo lo que estoy haciendo, y en las noches me siento desesperada porque no consigo cómo salir de esto. Pero entonces veo a Gray Fullbuster y el mundo desaparece para mí, se me olvida lo que estoy haciendo mal y hasta pienso que nunca podría alejarme de la sensación tan perfecta que siento cuando estoy a su lado.

A veces trato de ser fuerte y evito llamarlo, con la esperanza de que olvide que lo amo. Pero Gray no puede resistirse a perder al contacto conmigo. Nunca le he dicho dónde vivo y le agradezco que después de preguntarme un par de veces, no haya insistido más. Con su casa es suficiente y él entiende que «no quiero estar en una relación seria por ahora». Y joder, lo quiero tanto que cuando me habla mueren las tristezas, solo con pensarlo vuela mi conciencia, hasta un punto donde es mío, mío, y solo mío... Yyy ¡tengo que parar YA!

No solo no puedo dormir muy bien por las noches pensando en este dilema, sino que también me levanto tempranísimo por lo mismo. Y hoy, sin embargo, agradezco que sea así. Normalmente, cuando tenía días libres en el trabajo, despertaba a Lyon con sexo mañanero para que se fuera con mi recuerdo a su trabajo, y no hace falta decir el PERO de por qué no quiero hacer lo mismo esta mañana. Así que salgo de la cama y le preparo el desayuno con mucho tiempo de anticipación.

Gracias a unas movidotas por un proyecto bastante exasperante en el trabajo, me dieron mi primer día libre del mes y quiero asociar mi buen ánimo a eso. Lo mejor es que me he salvado de estar patas arriba —¡Gracias a Dios!—  organizando algo especial por el cumpleaños del jefazo de la empresa que se celebra hoy. Además que el jefe celebrará esta noche su cumpleaños en su megacasa y yo fui invitada, así que cero ganas de organizar una celebración en la mañana e ir a otra en la noche con el cuerpo cansado y la mente estresada.

Lyon se levanta un poquito más temprano de lo normal y cuando aparece en la cocina, el ahora habitual nudo que siento en mi pecho se intensifica aún más. Nos damos un besito de buenos días y él procede a sentarse en la mesa para comer.

—¿Y se puede saber por qué te levantaste temprano y ya hiciste la comida? ¿Algo especial? —Lo dice con una expresión alegre a la par que confundida. También noto un punto de esperanza en su pregunta. Y mierda, no quiero que se extrañe porque no lo desperté con sexo esta mañana y mucho menos quiero que malinterprete el momento como un ahorro de tiempo para tener..., eso, más tiempo para sexo. Así que consigo tirar de la primera excusa en la que pienso.

El dilema ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora