5. Afortunada

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La hermana de Natasha Romanoff jamás había sentido un mareo tan intenso como el que la estaba acongojando; y eso era poco, ya que lo grave se encontraba en lo que parecía su abdomen bajo y en las costillas, sentía que le costaba respirar, de hecho, se esforzaba demasiado.

Tosía, al parecer al punto de casi vomitar, aunque no eran náuseas precisamente lo que padecía. Sentía que la apretujaban hasta el punto de perder la capacidad de respirar. Y aun así trataba disimular que lo que estaba ocurriendo con ella no era para mucho, debido a que no le gustaba posicionarse en el rol de la chica débil que necesitaba ayuda.

Se hallaba recostada en una camilla que los Vengadores habían dispuesto para ella mientras transcurría el trayecto de vuelta a la Torre de los Vengadores. Natasha se encontraba a su lado bastante preocupada de su aspecto. Parte de ella estaba muy feliz de tenerla a su lado, pero otra le decía que no debía entregarse tanto a ese sentimiento, no hasta que Anya se encontrara del todo bien. Los recuerdos vinieron a Natasha, recordó a Anya como la niña pequeña que una vez fue, la niña que lloraba en las noches debido a que quería tener un hogar, como la niña a la que se juró proteger con cada parte de su ser y la que perdió hace años. De repente parecía que la imagen de una Anya pequeña tomaba el lugar de la ya adulta que se encontraba en aquella camilla.

Tony estableció contacto con Bruce para que junto con la Doctora Helen Cho, preparara todo lo necesario para revisar a la hermana de su compañera, esto claro, sin dejar de lado toda su confusión y cautela por ella.

Absolutamente todos en el Quinjet se hallaban en silencio y sin poder asimilar lo que ocurría con la famosa Black Widow; era como si viviera por la chica que estaba cuidando, como si fuese capaz de dejarlo todo por ella. Parecía que sufría con ella, que podría desvivirse por ella.

Steve las miraba mientras estaba sentado. Estaba bastante intrigado por Anya y por las razones que la orillaron a ir hacia Vorozheika, parecía saber algo más, y en realidad parecía estar en busca de algo más profundo que detener aquel ataque... pero ¿qué sería? Anya Romanova le provocó un sentido de alerta pero de mucha curiosidad a la vez. ¿Cómo era posible confiar en ella solamente por ser la hermana menor de su amiga? No se podía, esa es la realidad, no conocían nada sobre ella, únicamente su parentesco con Natasha, pero más allá de eso, no había nada que les diera un fundamento fijo para saber que cuidaban de la persona adecuada. Excepto tal vez, lo que Steve Rogers pudo percibir en sus ojos, podría acusársele tal vez de ingenuo, pero en aquellos ojos vio una chispa de amor por Natasha, el cual demostró de una y mil formas en pocos minutos al llorar, abrazarla y exigirle a Steve y a Sam que cuidaran de ella. Tal vez eso debía bastarles por ahora, no era el momento de bombardear a Anya y Natasha pidiendo explicaciones para las cuales no tendrían cabeza en estos instantes.

— ¿Sabes? Creo que tal vez ni es para tanto...—mencionó Anya en voz baja mirando a su hermana. Lo cierto, era que el tono en su voz logró delatarla—. Me ha ido peor en otras ocasiones...

—No te has visto en un espejo, Anastasia, te ves un poco jodida...—dijo Natasha sonriéndole un poco—. Pero vas a ponerte bien—añadió acariciando su frente.

Anya le sonrió y después miró hacia el techo, intentando no concentrarse en el dolor de su cuerpo, tratando de no permitir que éste la dominara; lo cierto era, que había momentos en los que intentar no dejar que el dolor físico nos domine puede ser una mala decisión ya que reprimirlo no es saludable. Sea como sea, Anya seguía sin permitirse actuar a merced del dolor, eso era débil, y ella era pésima siendo débil, odiaba parecerlo, puesto que esto daba pie a que muchos pensaran que tratar con ella o intentar aprovecharse de ella era cosa fácil. Además de que también al experimentar esta sensación sentía que la descubrían, y que estaba por debajo de los demás.

Anya [•Steve Rogers•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora