10.

49 8 0
                                    



Ese día, el jefe tenía un humor muy feo.

No hubo flores o chocolates.

Y cuando despertaste, sé que hubo decepción en tu rostro al no ver otra bonita flor que pudieras coleccionar.

Me sentí culpable, y por ello fui con el jefe; pero creo que no fue lo más inteligente que pude haber hecho.

- ¿Qué necesitas? -me habló sin algún ápice de cordialidad.

-Pensé... al no ver una flor... pensé...

-Tus estúpidas flores, ¿ah? ¿Que mierda pretendes con ello? ¿Estás enamorado de mi, Yoongi?

Tuve pánico. Si decía que no, ¿por qué le pediría flores? ¿Qué sentido tenía? Y si decía que si... ¿cuán patético sería eso? ¿Yo podría enamorarme de este hombre tan inhumano?

Rotundamente no.

Me quedé sin habla.

Y el estaba esperando por mi respuesta, supe que malinterpretó mi silencio cuando su rostro se deformó por la furia y se levantó bruscamente de su silla.

Retrocedí inconscientemente.

- ¿Estás jugando conmigo, niño?

Dios mío, ¿que debía hacer?

-Deja de meterte en mi cabeza -su mano apretó con una descomunal fuerza mi brazo y me empujó contra el escritorio de madera.

Maldita sea, no.

Otra vez.

-Te gusta, ¿eh? -rió con enfado en mi cuello-. Apuesto a que te pone terriblemente caliente que sean rudos y te fuercen, ¿no?

Con sus manos recorrió mis piernas y temblé de ira y asco. Cerré mis ojos fuertemente, conteniéndome. ¿Qué podía hacer, después de todo?

Jaloneó mi ropa hasta dejar libre mi trasero y me empotró contra la madera fría. Bajó el cierre de su pantalón para liberarse y me mostró su miembro muy listo para el episodio siguiente.

Sin aviso previo, sin preparación o alguna otra palabra de por medio, él me partió en dos; apreté fuertemente los bordes del escritorio y dejé caer mi cabeza en él.

Quería gritar, pero solo pude permitirme soltar lágrimas sin el menor ruido.

Él continuó empujándose contra mi, restregándose, brindándose asqueroso placer. Descubriendo lo que era, un animal.

Aún sin ser suficiente, me hizo dar media vuelta para doblar mis rodillas hasta el piso y se vino con una carcajada en todo mi rostro.

Después, prácticamente me echó a patadas fuera de su oficina, aún con los pantalones abajo y la cara llena de fluidos.

Regresé a la habitación con la cara más neutral que pude encontrar.

- ¡Yoongi hyung! -me llamaste feliz. Al menos hasta que viste mi semblante, soltaste un grito-. ¡Dios mío! ¡¿Qué pasó?!

Te sonreí.

-¿Sabes guardar secretos, Jimin-ah? -asentiste-. Yo también.

AMOR DE CABARET |Yoonmin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora