huesos

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Mi corazón va tan rápido, la respiración me está fallando

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Mi corazón va tan rápido, la respiración me está fallando. ¿Por qué mis brazos se sienten como gelatina secando?; haciéndose polvo lentamente entre tu tacto dormido. Tan extraño, no sé cómo eliminar estos parásitos en mis arterias, estoy temblando entre adrenalina maligna, mis cavilaciones se ahogan entre las pestañas azabache cubriendo el cielo azulino, las perlas de agua que gotean desesperadas atrayendo mi atención de manera inexorable. Mis latidos indómitos ante el aroma ácido y los cabellos grasosos, mis dedos largos entre las hebras del miedo.

Soraru está entre mis brazos, el piso está mojado, nuestros uniformes humedecen lentamente (como mis mejillas ante su cuerpo). Sus labios pálidos y carnosos sin brillo alguno están secos fundidos en la sangre y el vómito.

Pude evitarlo, entre los espejos mentirosos y mis palabras hipócritas ¿su corazón hubiera sido salvado del gélido destino entre mis brazos? Quizás sus rasgados ojos se abrirían como la personificación de la amargura y la vergüenza, pero el punto es que podría admirar el azul manchado de inexistente autoestima. Él lloraría, pero sería sincero, jugaríamos con nuestras lágrimas en este sucio piso de baño; el aire estaría infectado de aromatizantes sin efecto y no de sus reducidos jugos gástricos.

Un año llevo admirando su rostro diariamente ornamentado con la palidez y seriedad usual, llevo ocho meses tan perdido en sus ojos que ignoré su cuerpo desaparecer. Tan lindas palabras agriamente escupidas por culpa de sus dedos, tantas mentiras puestas en mis brazos que ya han de explotar como dulces bomba dentro de mi boca.

Oh Dios, ¿podría llegar yo al mismo lugar que este ángel en mis brazos? Porque entre sus desmayos suspiro, y me resigno a entretenerme con sus dedos huesudos y mis lagrimales escupiendo. Suspiro de nervios, muevo sus brazos entre un jugueteo inocentemente superfluo. No sé qué decir, y aunque lo supiera sus oídos no se concentran en mí; la sangre piando debe estarle golpeando los tímpanos constantemente, agradezco que no escuche mi llanto ya seco, o quizás también que aún escuche mis quejidos y no se desvanezca por completo.
Tal vez debería buscar ayuda fuera de esta burbuja, pero no puedo moverme, la gelatina se cola entre mis huesos, sintiendo los suyos contra mi pecho.

Yo lloro, lloro tanto que me asusta no poder volver a llorar por él.

Una sonrisa sincera deseábamos recibir en un mundo de personas de papel, sin esperanza alguna fuimos rotos, pateados, destrozados, él; una hoja de otoño vilmente roída por el viento. Asumo la responsabilidad por haberle hecho caer, porque fue culpa mía que sus huesos agarren débiles esta abyecta alma mía ahora.

Y siempre.

Aunque no me ame, restriego su pálido terciopelo entre mi pecho vacío, donde los huesos de mis heridas se funden con su vómito helado...

Aunque no me ame, restriego su pálido terciopelo entre mi pecho vacío, donde los huesos de mis heridas se funden con su vómito helado

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2016/2017

Huesos | mafusoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora