Cybil
Cybil se puso un vestido color gris que le llegaba a los tobillos.
Ya casi era la hora de la entrevista con los periodistas, al ser la sobrina del Gobernador; siempre debían acompañarlo ella y su padre, Wilnard Wallager, el secretario de gobierno, quien solía hablar por su hermano, que siempre estaba perdido en la bebida.
Como eran familia de quien mandaba en Quihra, estos compartían una residencia en Valle de Quihra, que era parte de La Capital, el sitio donde el gobierno era gestionado. Completamente lujoso y tecnológico era como podía definirse.
—¿Ya estás lista, Cybil? —Su padre llamó a la puerta.
—Si —contestó Cybil con dulzura—. Salgo en un momento.
—Espero que «ese» momento no sea una eternidad —Su señor padre soltó una carcajada—, date prisa.
—Está bien, ya salgo.La entrevista para el canal del gobierno íba dirigida a él, y a Darrel Grate; un miembro del gabinete de su tío. La asistencia de Cybil debía ser obligatoria, como acababa de cumplir dieciseis años y ya era oficialmente mayor de edad, las cámaras la enfocaban a ella como una futura miembro del gabinete. Aunque ella odiaba realmente tener que asistir a todos estos asuntos, era divertido interactuar con la gente y salir en televisión. Nunca le agrado la idea de involucrarse en la política, pero su padre la obligo a meterse de lleno, enviándola a estudiar en Gentlings, una escuela muy costosa a las afueras de la Capital. Ahí se matriculó ya en los últimos dos años de estudio, en la especialidad de «Ciencias sociales y cargos políticos». Su padre planea inscribirla en Humblerts, un colegio para adultos donde se profundizan los conocimientos de la especialización elegida en los últimos dos años de estudio. Cybil Wallager era una mujer preparada para futuros cargos. El detalle estaba en que su verdadera pasión era pintar.
Cuando terminó de arreglarse su hermoso cabello rubio platinado, se levantó y se vió en el espejo y sonrió. Se echó el perfume que tambien usa su madre, el que tenía el olor dúlce. Se puso frente la puerta automática y se abrió al instante cuando colocó las huellas de sus dedos índice y lulgar. Salió y se encontró a su padre, hablando con su amigo Quentyn.
—Hola Cybil —saludó Quentyn levantando la mano.
—¿Qué tal perdedor? —le dedicó una mirada desafiante.
—Cybil, bajemos. Se nos hace tarde. —era evidente que su padre estaba apurado.
—Ven con nosotros, Quentyn —le dijo Cybil a su mejor amigo.Quentyn Bentley y Cybil habían sido amigos desde que se conocieron en Gentlings, aunque el escogió matricularse en finanzas. A sus dieciocho años comenzó a trabajar en Valle de Quihra. Él era un joven apuesto y alto, de piel cetrina y cabello largo y negro peinado hacia atrás, ojos de un azul intenso como el cielo. Acostumbraba a hacer ejercicio y su cuerpo estaba ya bien definido.
Cybil estaba harta del gobierno de su tío, a pesar de que había estudiado en la misma escuela que ella, que se graduó en el el colegio donde ella estaría y que ambos tuvieron el mismo recorrido, era un pésimo líder. Alguien que delega en sus labores de gobierno no debería estar donde está. El propósito de Cybil era mejorar a Quihra.
–¿Qué sucede Cybil? —preguntó Quentyn preocupado—, te noto muy pensativa.
—No es nada, es solo que... —titubeó un instante—, estoy algo nerviosa.
—¡¿Tú, nerviosa?! —exclamó preocupado—, eres la persona mejor preparada que conozco. Siempre sabes qué decir frente a las cámaras y a los demás, la gente está complacida nada más en verte.
—Es lindo lo que dices —Cybil no podía evitar sonrojarse—. Pero, eso no evita que me ponga nerviosa siempre.
—Relájate, lo harás bien. Tu hermoso cabello podría hablar por tí —Quentyn esbozó una sonrisita mientras jugaba con el cabello de Cybil.
—¡Cállate! —ambos rieron.
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Un Lugar para los Lobos
Science FictionLuego de una devastación en el continente americano por una guerra mundial sin precedentes, los humanos quedaron al borde de la extinción. Hizo falta algo más que fuerza de voluntad para volver a levantarse, pero se logró. Siglos pasaron para que la...