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Doriat llegó quince minutos después de Keveth. Estaban a unos diez metros del complejo entre grandes árboles y matorrales repletos de flores y no hablaron hasta que el otro guía llegó. Fernanda observó a su instructor de estética, Doriat se veía diferente. No estaba sonriendo como acostumbraba a hacerlo y se veía algo cansado, como si no hubiera dormido bien.

—¿Estas bien? —Ella se interesó y por un instante Doriat le sonrió como solía hacer, pero cuando abrió la boca para contestarle, Keveth lo interrumpió.

—Claro que está bien. Nosotros no importamos ahora, sino lo que debes aprender hoy.

—Solo quería saber si Do

—Ahora ya lo sabes, así que guarda silencio y escucha. —Fernanda sentía sus mejillas rojas de ira. Doriat miraba hacia el cielo con las manos cruzadas tras de su espalda, como si aquella pequeña discusión entre la humana y el hada no tuviera nada que ver con él—. Me estás viendo con rabia, ¿por qué?

—Quizás porque me molesta tu actitud.

—Bien, has sido sincera. Has empezado el día con veinte puntos. Perdiste uno al lanzarme esa mirada, pero lo recuperaste al decir la verdad.

—No entiendo qué pretendes.

—Un punto menos por tu tono altanero, tienes diecinueve. Al final del día quiero que tengas veinte puntos intactos. Si pierdes uno, debes encontrar la forma de recuperarlo. Doriat y yo estaremos pendientes de cada detalle. Así que pasarás el día con nosotros.

—¿Todo el día? —Keveth ladeó una sonrisa, pero parecía algo falsa.

—Dieciocho puntos.

—¡¿Pero ahora que hice?!

—Diecisiete. —Fer iba a volver a replicar, pero Doriat la atajó antes de que se hiciera perder otro punto.

—Déjalo ya, florecilla. Te está quitando puntos por tu forma de replicar, no por la pregunta en sí.

—No entiendo.

—Veras, no solo tú mirada está llena de molestia, sino que cada vez que hablas frunces el ceño y alzas el tono de voz. Se considera grosero y de mala educación. Si en vez de decir: ¡¿Pero ahora que hice?! —Doriat imitó allí su tono de voz espeluznantemente bien y luego agregó—. Hubieras dicho algo como: Pero, ¿en dónde estoy errando? —La voz de Doriat fue toda calma y sutileza—. Te habrías ganado fácil dos puntos o uno y medio.

—Hubiera sido más fácil decirme eso, ¿no crees? —Fernanda se dirigió hacia Keveth que volvió a sonreír.

—Dieciséis.

—¡Basta! Solo estoy

—Quince. —Fernanda gruñó con molestia para evitar gritar, pero Keveth solo empeoraba su situación—. Catorce, trece...

—Florecilla, será mejor que te tranquilices.

Fernanda se giró hacia un árbol apoyó los ante brazos en la corteza y hundió la cabeza entre ellos, contando hasta diez he intentado tranquilizarse. Keveth era desesperante. ¿Por qué tenía ser así, tan odioso? ¿Por qué no podía solo Doriat entrenarla? Doriat era mucho más dulce y comprensivo y explicaba todo de forma más clara. Había un motivo por el cual su entrenamiento estético era perfecto, mientras que su entrenamiento de combate tenía tantas fallas.

Por suerte Keveth había dejado de contar hacia atrás, quizás esperando la reacción de Fer para seguir descontándole puntos. Fer se separó del árbol y se enderezó, se volvió y clavó sus ojos cafés en los verdes de Keveth. Intentó suavizar su mirada, estaba furiosa con él, pero no quería permitir que le restara otro punto. Así que solo lo miró, tratando de parecer tranquila e intentando no trasmitirle ninguna emoción con su mirada. Luego, sin dejar de mirarlo dijo, controlando su voz para evitar que sonara muy alta o que entre sus palabras se dejara entrever algo de la molestia y el daño que quería causar con ellas.

La senda de las flores [La Senda #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora