Había muchas razones para explicar el comportamiento de Fernanda durante todo el tiempo que duró la tercera ronda, y todas eran tan convincentes como lo eran de descartables. Al final del día lo cierto era que no importaba demasiado, porque estaba obteniendo los resultados deseados.
No estaba muy segura de cuantos días habían pasado o cuantos faltaban para que la ronda acabara, quizás por aquella vez ni siquiera deseaba que terminara. Se sentía como una verdadera guerrera, como una aventurera, de hecho se sentía invencible.
Eran pocas las flechas que había desperdiciado y mucho lo que había corrido. Hasta aquel momento, mientras jadeaba con una mano apoyada de un árbol y el otro brazo pendiendo a su costado sosteniendo el arco, y el carcaj más liviano por las pocas flechas que para entonces tenía, se sentía dichosa, satisfecha en verdad.
Habría librado tres batallas, la primera con un chico y las dos últimas con chicas. Las tres peleas las ganó y con riesgo de pecar de vanidad, las ganó con bastante gracia y destreza. La última chica le dio más problemas y era por eso su cansancio, pero al final su energía prevaleció.
Fernanda se enderezó y soltó una carcajada. Deseaba con todo su corazón que Keveth estuviera allí viéndola, aunque de seguro lo estaba haciendo, pero lo que Fernanda deseaba era verlo a sus verdes ojos inexpresivos, sonreírle y espetarle por haber dudado de ella, aunque, ¿lo había hecho o solo se lo hizo creer? Sacudió la cabeza, tenía que dejar de pensar en tonterías. La tercera ronda todavía no terminaba y las palabras de la reina Beth seguían frescas en su mente. Quería más sorpresas de Fernanda y todavía tenía tiempo para dar más.
Por supuesto primero debía descansar. Su última pelea fue con una chica un par de dedos más baja que ella e incluso un poco más delgada, pero la chica luchó como una fiera, eso Fer se lo reconocía. Se dejó caer en el suelo, se abrazó las piernas enfundadas en unos pantalones de tela elástica color lavanda y no soltó el arco por nada en el mundo.
Su tercera pelea la había encontrado casi un par de minutos de terminar la segunda. La chica debía haber estado observándolas luchar, por eso Fer se sentía tan fatigada. La primera lucha fue un poco más rápida. La chica peleaba con una daga y para poder atacar a Fernanda debía acercarse, pero la lucha de Fernanda era de largo alcance. Había estado arrojándole flechas a la chica que corría a su alrededor, valiéndose de árboles, arbustos y rocas para protegerse. Hasta que tuvo que salir para poder atacar a Fernanda.
La dejó hacer. Hubo una pequeña lucha cuerpo a cuerpo y luego Fernanda encontró la forma de desarmar a la chica, arrojarla al suelo, tensar el arco con la flecha por sobre ella y soltar. Fue rápido, pero minutos después mientras intentaba alejarse, la morena salió a su paso.
Esta peleaba con una ballesta lo que casi las colocaba en igualdad de condiciones. Por suerte recargar una ballesta tomaba más tiempo que recargar un arco. Sin embargo la morena sabia manejar sus tiempos y controlar sus desventajas. La lucha se prolongó más de lo que Fer hubiera deseado y tuvo que recurrir a medidas desesperadas porque sentía que caería desmayada de cansancio en cualquier momento.
Salió a simple vista y la ballesta no se hizo esperar. Fernanda sabía que la heriría, pero pensaba que podía controlar el daño. Por suerte así fue, la saeta de la ballesta se clavó en su hombro izquierdo, lo que le impedía levantar el arco y la hacía lucir indefensa. Su contrincante salió a su encuentro, recargando otra saeta en su ballesta. Fernanda sonrió mientras la miraba hacer y con su brazo sano apretó la flecha que tenía en esa mano, la había sacado antes de dejarse herir. «Un poco más.» pensó Fernanda mientras veía a la chica acercarse «Un poco más.»
La ballesta estuvo cargada, la chica apuntó, Fernanda se arrojó hacia adelante y clavó la punta de flecha en su vientre. La ballesta se disparó y la saeta rozó el rostro de Fernanda. Sintió la picazón en la mejilla por la herida fantasma pero trató de ignorarlo. Barrió los pies de la chica que cayó al suelo, mientras ella se colocaba en pie. La miró desde su altura y le sonrió.

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La senda de las flores [La Senda #1]
FantasiPRIMERA PARTE DE LA SENDA Fernanda es una veinteañera que se dedica a la fabricación de pasteles. Hasta que una mañana dos sujetos de aspecto estrambótico aparecen de la nada ante ella. Así se entera Fernanda de que las hadas son reales y de que el...