Una promesa entre el presente y el pasado.

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Pudo evitar la Bazooka con solo moverse un poco, tenía buenos reflejos, pero muy a pesar de sus habilidades ya conocidas, la curiosidad le ganó. Así son los humanos. Quería saber qué futuro era el que habían salvado, si... El herbívoro estaba con vida. El humo se disipó como la niebla de un bosque misterioso que no te deja ver más allá.

Tenía a alguien tomado de la cintura, ese alguien dormía sobre su pecho dándole la espalda, tenía, además, unos conocidos cabellos castaños. La sorpresa lo invadió, se movió de manera violenta, despertando así al castaño que dormía.

—¿Qué ocurre, Kyoya? —el adormilado se dio la vuelta para verlo mejor, abriendo sus ojos de par en par al notar la versión diez años más joven de su guardián de la nube.

—Tú eres el herbívoro... ¿Qué haces durmiendo conmigo? —preguntó con algo de enfado.

Tsunayoshi no se asustó ni gritó como normalmente lo hacía, en cambio rio suavemente sentándose en el futón. Hibari lo imitó, contemplando que estaba más alto, pero seguía siendo más bajo que él. Que sus ojos desprendían el mismo brillo inocente, pero un poco más maduros; y que su calidez irradiaba mucha más seguridad.

—Tú también dormías conmigo, ¿sabes? —respondió con su risita tierna—. Y no te quejabas.

—¿Es mi cuarto?

—No, es el mío.

Tenía el diseño japonés que a él le gustaba, aparte de eso había una ventana que dejaba entrar una brisa helada y daba una preciosa vista a las estrellas de la noche. Pocos muebles adornaban la habitación, pero en ellos había fotos. De la manada, del bebé y él, de... ¿ellos?

Efectivamente. En la foto su versión adulta lo abrazaba por detrás cubriendo su delgado cuerpo y besando su mejilla, aún en la foto se notaba el rubor en las mejillas del chico. Luego otra, en la que estaban sentados a la par con abrigos y un muñeco de nieve muy pequeño delante... Y así hasta que llegó a una muy particular. El castaño llevaba un quimono blanco de flores azul cielo y ramaje café, él llevaba un traje negro y lo abrazaba por la cintura. El castaño llevaba un ramo de rosas azules y una gran sonrisa en su rostro.

—¿Nosotros estamos...?

—Sí, tu versión adulta y yo estamos casados —levantó su mano en la que yacía un anillo de oro blanco y bordes dorados.

—Suena ridículo.

—Imaginé que dirías eso, casi no has cambiado nada.

Decidió callarse para pensar, o más bien asimilar lo que el herbívoro le decía, quería saber que estaba vivo, pero nada más allá de eso. ¡Y ahora se daba cuenta que estaban casados! Aunque la idea no le molestaba...

Callaron un rato, los dos con los ojos cerrados y un ambiente cómodo de por medio, casi pareciera que no había nadie. Tsuna abrió sus ojos y estiró sus piernas.

—Por favor, cuida de mi pequeño yo, es un buen chico —Hibari gruñó un poco.

—Suena muy presumido que hables así de ti herbívoro, ¿sabes?

—Sí pero... Yo me conozco —rio bajito—. Pero a pesar de saber quién soy, no aseguro ser igual que mi versión del pasado. El tiempo es injusto, las cosas siempre están cambiando.

—Qué bueno, así no tengo que casarme contigo.

La risa esta vez resonó en la habitación, era como el tintineo de las campanitas que el viento movía con fuerza, era muy hermosa. Le irritaba ver que le divertía como prácticamente lo rechazaba.

Una realidad alterna. (Hibari x Tsuna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora