Era una día de calor suave y cálido. Un día soleado. El cielo tenía un intenso color celeste, además de estar lleno de preciosas nubes.
Namimori... El lugar donde todo comenzó. Su historia tenía sentido ahí, en el aula 1 A, siendo un total fracaso como estudiante. Pero era parte de su vida y no la cambiaría por nada. A su día a día ya no le faltaban sonrisas.—Tsu-kun apresúrate, ven que necesito vestirte.
—¡Yo puedo hacerlo solo mamá! —gritaba el cielo, sonrojado y con un hermoso kimono en brazos.
—Ay, pero sabes qué es mi ilusión ayudarte.
El castaño suspiró y con toda la vergüenza del mundo se dejó hacer por su madre. Ella sentía que el tiempo retrocedía a aquellos momentos en los que su hijo era tan solo un niño. Le puso la cinta azul en la cintura y la aseguró con un delicado moño en la parte trasera, peinó sus desordenados cabellos más por el recuerdo de antaño que por tratar de ordenarlos. Y lo contempló en silencio con un nudo en la garganta.
De pronto sentía que le arrebataban a su pequeño, que no lo volvería a ver. Y ahí estaba él, más radiante que el sol, más hermoso que el cielo, con una sonrisa de oreja a oreja y los nervios de punta.—Nunca dejarás de ser mi bebé —se secó las lágrimas y lo tomó de la mano hasta llevarlo a la puerta donde le esperaban todos sus amigos—. Ya es hora. ¿Estás listo?
—Más que listo.
Caminó al lugar donde estaban todos reunidos y sus pies dejaron de dudar. Todos observaban al castaño con su hermoso kimono blanco, tenía rosas azules de ramaje café y un dulce rubor natural en sus mejillas.
Reborn lo tomó del brazo para entregarlo a su futuro esposo y ya casi al llegar, ambos se detuvieron. Se miraron hipnotizados. El azabache se perdió en los hermosos ojos miel de Tsuna y el cielo en los profundos orbes de su tutor.
—Ve, no hagas esperar a Hibari —lo entregó y se retiró a su asiento.
Todo pasó volando ante sus ojos, incluso el momento en el que tenía que responder y en acto nostálgico y nervioso miró a sus guardianes. Yamamoto levantó su pulgar mientras reía alegre, Gokudera lloraba sin poder evitarlo. Lambo también tenía lágrimas en sus ojos y el labio le temblaba por su esfuerzo de no llorar. Otro que lloraba a rienda suelta era Ryohei, que abrazaba a Hana y a Kyoko con desesperación. Chrome miraba todo con una sonrisa dulce y Mukuro enviaba miradas burlonas pero amistosas a su nube. Su madre... Ni sabia que decir de ella, se le formaba un nudo en la garganta cada vez que la veía. Y Hibari...
Tenía su vista fija en él y en las lágrimas que derramaba sin darse cuenta. Tomaba su mano y la apretaba de vez en cuando con movimientos circulares y amorosos.
—Acepto.
Sonó tan seguro de sí mismo que la nube lo miró de reojo con una pequeña sonrisa. De esas que solo conocía él.
—Acepto —respondió al turno también Hibari, con una extraña suavidad en su voz.
—Desde este día, y bajo la presencia de todos ustedes, quedan oficialmente casados.
Gritos. Muchos gritos de júbilo.
La fiesta fue todo un recuerdo, bailar con Hibari, con Reborn y con Nana. Las tres personas más importantes del mundo. De su mundo.
Como habían cambiado las cosas. A estas alturas de su vida no podía creer todo lo bueno que le estaba pasando. En su mente, agradeció a Reborn con todo su corazón, porque gracias a él todo había sido posible.
Reborn le devolvió una mirada de:
"Lo sé, soy maravilloso."Ah, a esas alturas cuantas cosas no tuvieron que pasar. A su alrededor todos estaban bailando alegremente, meciendo sus cuerpos como la brisa suave a finales del verano. Era un día soleado, se repitió en su cabeza como la estrofa de un viejo poema.
Suspiró. Había veces que un pequeño suspiro drenaba todos sus problemas y sonreía. Era una sonrisa verdadera y llena de hermosas sensaciones. Una sonrisa que no alcanzaba a explicar cómo se sentía. Tenía una pareja maravillosa, amigos a todo dar y una familia a la cual pertenecer. Creía que no lo merecía, que tanta felicidad era mentira.
—No te cuestiones tanto —le dijo su esposo con un apretón en sus manos, como dándole fuerzas en ese simple acto—. Te amo Tsuna, y a veces pienso que el que no te merece soy yo, pero al mismo tiempo no me imagino verte al lado de otra persona. Permíteme ser así, egoísta, por solo quererte a mi lado.
El castaño le dio un pequeño beso en los labios como respuesta. Egoísta... ¿Y qué importaba? Quería ser también egoísta por una vez en la vida, quería a sus amigos y que no se dieran de su lado.
Lo sabía. Era un deseo tonto, pero un deseo de todas maneras.
—Kyoya, soy un maldigo egoísta.
Hibari sonrió y lo abrazó por la cintura, jugueteando con el lazo azul de su kimono.
—Somos —le corrigió levantándolo en sus brazos y atravesando una gran puerta de roble, que daba paso a una sala llena de parejas bailando—. No me importaría ir al infierno por esto, ¿sabes?
Besó cuidadosamente su frente y le tomó las manos. Pequeñas, suaves, hermosas, sólo de él.
Ser egoísta tiene sus problemas.
Ser egoísta es al mismo tiempo lo mejor del mundo.
Ser egoísta tal vez... No les hacía ver que las cosas cambiarían.
—¡¿Qué?!
La recién pareja miró con duda al guardián de la lluvia que acababa de gritar sorpresivamente.
"En un día soleado no...
No ocurrió nada de esto.
Maldito destino.
Malditos los cambios que se habían ocasionado.
En un día soleado, un sano egoísmo les mantenía ignorantes."...........
Idea final del egoísmo gracias a: (escritora de los últimos párrafos)
lizzyHenmoonMe llegó al corazón esa manera de ver las cosas, ¿sabes?
En recompensa, te regalaré este capítulo❤️Hola!
Actualización de los viernes 😆
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Una realidad alterna. (Hibari x Tsuna)
Fiksi Penggemar¿Quién sabe qué es lo que pasaba en el futuro mientras Tsuna vivía normalmente? La vida de él y de sus guardianes continuaba, llena de tragedias, de desgracias así como de momentos felices. En medio de toda esa tragedia, Hibari y Tsuna se buscaban...