Capítulo 3 - Pene

68 5 0
                                    

Observo en la lejanía a mi bella dama (Juan), no pude evitar que mi miembro se pusiera duro como la verga de plástico que usó mi madre en mi culo. En este preciso momento suena una notificación de mi celular. Era un mensaje de mi madre, diciéndome que me disciplinaría todas las noches, exactamente a las ocho de la noche, unas cuatro horas antes que mi padre llegara a mi casa. 

¿Debería sentir miedo, angustia, estrés? En lugar de eso, sólo puedo imaginar ese momento, sentir la electricidad recorriéndome toda la verga, y el cuerpo en general. Mi (dulce) Juan estaba esperándome en la entrada de las instalaciones de los cursos. Su amabilidad es un obsequio tan preciado para mí, fruto de sábanas revolcadas, las marcas de la cabecera de la cama en la pared, gemidos necesitados de una buena verga, un pene penetrando una vagina como si estuviera entrando en su propia casa, entre la madre y el padre de Juan.

Sin embargo, he de suponer que la sesión disciplinaria que me dio y que le dí a mi madre cambió completamente mi mecanismo. Si hace un día mi cuerpo sufría de unas ganas intensas por ser penetrado (primero suave y después tan fuerte hasta reventarme el ano), ahora sólo puedo pensar en obligarlo a acostarse conmigo, literalmente violarlo, ponerlo en cuatro y darle con todas mis fuerzas.

Estuve soñando despierto con esto un buen tiempo, creo. Debido a la expresión facial de Juan dirigida hacia a mí.

-Hey, campeón, tienes cara de haber tenido el mayor orgasmo de tu vida. ¿Pensando en esas chicas buenísimas de tu clase? Yo sólo tengo las escuálidas.- Me dice, con su carisma y seguridad de siempre.

Definitivamente no puedo permitir que sea, de esa manera, superior a mí. De hecho, de ninguna manera se lo voy a facilitar.

-No, idiota. Si esas chicas están buenas, no te imaginarás la persona en la que estoy pensando.- Intenté imitarlo, creo que fracasé. Le di un golpe en su hombro, le dolió y se quejó. Prácticamente escuché cómo gemía, me siento tan afortunado.

-Wow... qué fuerza. Con eso, cualquier persona se iría a la cama contigo, campeón.-

-En serio ¿cómo quiénes crees que se acostarían conmigo?-

-Cualquier persona, literalmente.- Me guiña el ojo, juro que si vuelve hacerlo, simplemente no podré contenerme.

-¿Hasta... tú?- Juro haber intentado parecer lo menos apenado posible, ¡pero es imposible para mí!

-Claro, supongo que sí.- ¿Lo habrá dicho en serio?

Sólo asiento, bajo la mirada y veo un par de billetes reposando en el suelo, como una hoja de otoño. La señalo. Juan las mira con asombro, la luz se posa en un ángulo que permitió percibir de mejor manera sus ojos color esmeralda, y su cabello dorado como el sol. Se agacha, dándome la espalda, para agarrar el dinero. Nunca había disfrutado tanto tan bella vista de la sudadera cubriendo su desnudez, sobre todo sus nalgas, que, aunque no fueran tantas, se podía apreciar su albina belleza. 

Lo siento, pero no pude contenerme.

Me acerqué, puse mi (gigante) miembro entre ellas, mis manos en sus caderas y di un leve empujón simulando un pasional coito. Sorprendido y con los ojos tan abiertos como su futuro ano, se levanta asustado, y luego corrió.

Y yo me corrí.

Un secreto en el sótano (Amor eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora